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Young Americans: el abierto coqueteo de David Bowie con el soul

David Bpwie

En 1975 el heroe glam, Ziggy Stardust, estaba muerto. El inglés había pasado a ser The Thin White Duke con su noveno disco impregnado de soul

David Bowie
Young Americans
RCA. 1975. Inglaterra

Young Americans es el noveno album en estudio de David Bowie (†), uno de los más relevantes artistas en la historia de la cultura pop. Actor y músico, Bowie es reconocido como uno de los paradigmas del llamado glam rock, un subgénero del rock caracterizado por músicos que vestían ropas extravagantes y maquillajes de igual modo.

Alice Cooper, Marc Bolan & T-Rex, Roxy Music, Slade, Gary Glitter, Mott The Hoople y un olvidado Jobriath, fueron parte de este estilo que se desarrolló en Londres al inicio de la década de los 70.

En 1975 Bowie, ya transitado un camino importante dentro de esa corriente y habiendo “matado” al famoso personaje-héroe glam extraterrestre Ziggy Stardust, decidió grabar este disco, distanciado de esa movida y más interesado en el “Philadelphia Sound”. Es decir, un claro interés en el soul y el R&B.

El sustancial cambio de imagen le valió el nuevo apelativo de Thin White Duke (Delgado Duque Blanco) por unos cuantos años.

Para ello, Bowie contó con el apoyo de los productores Harry Maslin, Tony Visconti y de un importante grupo de músicos, entre los cuales estaban el cantante Luther Vandross y el baterista Andy Newark, además del percusionista Ralph McDonald, el hoy extraordinario saxofonista David Sanborn, el emblemático John Lennon (†) y el guitarrista puertorriqueño Carlos Alomar, con quien David haría una de las más significativas alianzas.

El álbum, en consecuencia, ofrece una sonoridad muy diferente a la de su disco anterior, Diamond Dogs de 1974, el último de la etapa glam como Ziggy Stardust.

Young Americans, con la imagen de un Bowie relajado en la portada, obra del fotógrafo Eric Stephen Jacob, es un compendio de ocho temas compuestos, en su mayoría, por David Bowie, quien inicia con la canción título y donde nos habla sobre las dificultades de los recién casados.

“Se detienen detrás de la nevera / Él la acuesta, frunce el ceño / Guao mi vida es algo divertida ¿Soy aún joven? / Él la besó entonces y allí / Ella tomó su anillo, sus bebés Le llevó minutos, llevarla a ningún lugar…, nos relata David sobre una base musical agradable que inicia con la batería de Andy Newark (Sly & Family Stone) y donde destaca el entonces joven saxofonista David Sanborn.

El resto de la agrupación lo conforman Mike Garson al piano; Carlos Alomar y Earl Slicks, en las guitarras; Willie Weeks al bajo; y por supuesto, Bowie en la voz, guitarra y teclados.

El segundo track es “Win”, uno de mis favoritos. Con su reverberante saxo y guitarra y un modo de cantar que evoca al flaco Spinetta, el músico inglés nos dice: “Yo, espero no estar loco / Siento que eres quien maneja y eres tan sólo esa rueda / Ve más despacio, deja que alguien te ame…”

La ondulante canción tiene en los coros de Ava Cherry, Robin Clark y Luther Vandross ese tenue toque de R&B. El motivo inicial repite con Sanborn adornándolo ligeramente distante.

Luego es la pegadiza “Fascination”, con un motivo similar al de Sylvian y Fripp en “God’s Monkey”, pero siendo esta última muchos años después. La pieza fue compuesta por Vandross y Bowie.

Sanborn vuelve una vez más mientras Bowie nos dice: “Debí usarla / Cada vez sentía fascinación / No puedo quedarme tranquilo, tengo que usarla / Cada vez debo pensar a donde me llevas…”

Right” con su rítmica guitarra y Sanborn improvisando, es la cuarta canción de Young Americans. “Llevándolo todo del modo correcto / Manteniéndolo atrás / Llevándolo todo del modo correcto / Nunca retornar/ Nunca necesitar…”

Tal vez una apreciación exagerada, pero pudiéramos sentir a Stevie Wonder o Barry White a nuestro lado. A este punto, Sanborn pareciera el hilo conductor de este disco grabado entre Nueva York en los famosos estudios Electric Lady y Record Plant, y en Sigma Sound de Filadelfia.

“Es la moneda de todos, en la pared de todos / Bendiciendo todos los papeles y agradeciendo a todos y cada uno / Abrazando a cada bebé y besando a cada dama / Sabiendo todo cuanto conoces de las escrituras en la pared”. Son los primeros versos

de “Somebody Up There Likes Me” (Le gusto a alguien allá arriba), que abre el lado B.

El repertorio continua con una de las canciones más sólidas de Lennon – McCartney, “Across The Universe”, donde le acompañan el propio John Lennon, la percusión de Pablo Rosario y Ralph McDonald, Emir Ksasan al bajo, Jean Fineberg y Jean Millington en los coros, y la batería de Dennis Davis.

El clásico, adaptado a la inusual voz de Bowie, es otro punto alto del disco. Bowie nos canta la emblemática letra: “Palabras que fluyen hacia afuera / Como lluvia eterna en un vasito de cartón / Se deslizan al pasar / Se deslizan a través del universo / Pila de penas olas de gozo / A la deriva a través de mi mente abierta / Poseyéndome y acariciándome / Jai Guru Deva Om / Nada cambiará mi mundo, nada cambiará mi mundo.

Can You Hear Me” es una delicada pieza con ese dejo de Filadelfia soul. En ella apreciamos el excelente juego vocal y unas cuerdas de fondo. “Fuimos amantes alguna vez / ¿Pueden ellos entenderlo? / Más cercano que otros yo fui tu hombre…”

Fame”, ¡la mejor del disco! Young Americans representa la primera alianza entre el guitarrista Carlos Alomar y David Bowie, quienes junto a Lennon compusieron este gran finale que se ha mantenido como una pieza fundamental de los 70.

“Fama, hace al hombre a apoderarse / Fama lo deja perdido y antipático / Fama, te pone allí donde todo es hueco Fama…” En esencia los músicos de “Fame” son los mismos de “Across The Universe”.

Acompasado y funky “Fame” es una clara sentencia de lo que ella en parte hace una vez alcanzada.

Como todo álbum clásico, las reediciones son un manjar que en ningún caso puede dejarse pasar por alto. Parece ser costumbre que entre críticos y fans rara vez se va en la misma dirección.

Bajo mi óptica, el solo hecho de osar cambiar de dirección musical, algo que haría varias veces más, le otorga a Bowie un “plus”. Su evolución, en mi opinión, logró su punto más alto con Earthling, pero David Bowie siempre fue punta de lanza, unas veces más que otra.

Leonardo Bigott



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