El 10 de enero de 2016, a los 69 años, el polifacético y transgresor musico inglés se iba de este plano sin habernos preparado
El 8 de enero de 2016 se recibió con gran alborozo el nuevo disco de David Bowie, Blackstar, el mismo día de su cumpleaños 69. Las redes y páginas web se volcaron a felicitarlo y correr con la reseña. Sin pausa lo escuchamos varias veces y concluimos que estábamos ante uno de sus mejores trabajos. Cuando estábamos escribiendo la reseña, sobrevino la inesperada noticia de su muerte, dos días después, una bomba cuyas astillas aún sobrevuelan y se nos incrustan.
Juan Carlos Ballesta
La reaparición de Bowie tres años antes con The Next Day (2013), luego de una década de silencio discográfico motivado a problemas de salud, ratificaba su vigencia. Pero Bowie ya no quería tocar más en vivo. Razones tenía, pero pocos las sabían.
Justo un año después de su desaparición física, se constata aún con mayor fuerza, la inmensa influencia de David Bowie en la cultura de nuestro tiempo y el invalorable legado musical que dejó. Bowie fue un artista con mayúsculas, un hombre que siempre estuvo a la vanguardia, un transgresor en toda su amplia dimensión.
A lo largo de cinco décadas, se reinventó y jamás tuvo miedo a hacer cada disco diferente al anterior. Pero Bowie no solo se preocupó de la música, también fue arriesgado con su imagen personal y un esteticista en toda regla. Incluso su muerte la supo convertir en un hecho artístico de grandes proporciones, no solo con la coincidencia de su disco y su cumpleaños (pareciera que estiró su precaria salud para poder hacerlo) sino con el videoclip de “Lazarus” en el cual anuncia la inminencia de su desenlace vital.
Bowie deja tras de sí un indispensable catálogo de discos y canciones imborrables. Aunque su comienzo haya sido incierto, ya en su segundo disco, David Bowie (1969), dejaba colar su primer clásico, “Space Oddity”, como a la postre se rebautizó el disco.
Pero fue con The Man Who Sold The World (1970) cuando se reveló como un individuo diferente, comenzando sin querer una corriente del rock largamente influyente, el darkwave con elementos de ciencia ficción. The Cure, Bauhaus, Ultravox, Siouxsie, Nine Inch Nails, Gary Numan y muchos más se inspiraron en este período que seguiría con Hunky Dory (1971), inicio de su transmutación en Ziggy Stardust, el rockero extraterrestre que aterrizó en la Tierra junto a su banda The Spiders From Mars.
A ese disco pertenecen clásicos como “Queen Bitch”, “Life on Mars”, “Oh! You Pretty Things” y la inolvidable “Changes”.
El reinado de Ziggy Stardust
Con la aparición del quinto disco The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders From Mars (1972), Bowie se convirtió en el centro de atracción del rock y un icono de la cultura pop. Rompió todas las reglas con su aspecto andrógino.
El disco contiene otro puñado de temas de alto impacto, comenzando por la increíble “Rock and Roll Suicide” que cerraba el álbum de manera brillante. “Lady Stardust”, “Star”, “Hang On To Yourself”, “Suffragette City” y los emblemáticos “Starman” y “Ziggy Stardust”, hicieron de este trabajo uno de los más grandes de la historia del rock.

El siguiente, Aladinn Sane (1973), conteniendo temazos como “The Prettiest Star”, “The Jean Genie” o “Lady Grinning Soul”, fue lanzado con Ziggy en el pináculo de su popularidad. Bowie había sido tragado por su propio personaje y eso terminó por agotarlo.
El disco de versiones, Pin Ups (1973) dejó en claro las influencias que había recibido Bowie desde sus inciertos inicios como cantautor, entre ellas, The Who, Syd Barrett y el primer Pink Floyd, The Yardbirds y The Kinks.
Con Diamond Dogs (1974) finalizaba el período como Rey del Glam, con una controversial carátula que lo mostraba mitad hombre, mitad perro. Ziggy Stardust era finalmente matado por su creador, para darle paso a una nueva reinvención de Bowie. Atrás quedaban Mick Ronson (guitarra, coros), Trevor Bolder (bajo) y Mick Woodmansey (batería), Las Arañas de Marte.
David Bowie como The Thin White Duke
Con Young Americans (1975) el sonido se acercó al soul y el funk, dejando pocos vestigios de hard rock. La imagen de Bowie se deslastró del maquillaje y la colorida vestimenta en favor de chaquetas y trajes casuales de gran elegancia.
La banda comenzó a ser comandada por el guitarrista Carlos Alomar. No es de su discos más relevantes, pero a él pertenecen piezas como “Fame” (junto a Lennon) y “Fascination”.
Station to Station (1976) fue una nueva transición, con Bowie ahora bautizado como The Thin White Duke (El Delgado Duque Blanco). Se editó en enero de 1976, después de terminar el rodaje de la película “The Man Who Fell to Earth”, dirigida por Nicolas Roeg.
Inmerso en el consumo de cocaína, Bowie sin embargo pudo concebir un disco estupendo, con influencias de la música alemana, paso previo a la trilogía berlinesa. “Golden Years”, “TVC 15”, “Stay” y “Wild is the Wind”, pertenecen a él.
Trilogía berlinesa con Brian Eno
En 1977, año de la explosión punk, la disco music, y Trans Europe Express de Kraftwerk, Bowie editó Low y Heroes, los dos primeros discos de la trilogía con el inquieto y visionario Brian Eno y el productor Tony Visconti.
La influencia de Neu!, Harmonia!, Cluster! y Kraftwerk fue más que notable en los lados B de ambos discos. En perspectiva son de los mejores discos de Bowie, y cada tema tiene su peso específico. La participación del guitarrista Robert Fripp (King Crimson) también contribuyó a lograr un sonido distintivo.
Tras el disco en vivo, Stage (1978), apareció el tercero de la trilogía, Lodger (1979), otro disco de alto calibre, con la participación de Adrian Belew (guitarra), futuro King Crimson.
Así despedía Bowie los años 70, incluyendo su nueva afición por los videos artísticos, tal como puede apreciarse en “Heroes” o “Boys Keep Swinging”, que presagiaban lo que vendría unos pocos años después.
Los años 80: gran suceso comercial de David Bowie
La entrada a los 80 fue con Scary Monsters (And Super Creeps) (1980), un disco con estructura menos experimental que contiene “Ashes to Ashes”, otro de sus temas clásicos en los que aflora de nuevo el conocido Major Tom de “Space Oddity”.
Enfrentar una década en la que todas las premisas cambiarían no resultaba fácil. Sin embargo, en 1981 Bowie y Queen se unieron para crear uno de los grandes temas de los 80, «Under Pressure«.
Todo cambió a partir de ahí. Cuando muchos hablaban de la decadencia de Bowie, tres años después, en plena era de MTV y el synth pop, apareció Let´s Dance (1983), producido por Nile Rodgers (Chic). Contra todo pronóstico, se convirtió en su disco más vendido, con casi 12 millones alrededor del mundo, gracias a temas como “Let´s Dance”, “Modern Love” y “China Girl”. El propio Rodgers y Stevie Ray Vaughn se encargaron de las guitarras.
En la cresta de la ola apareció Tonight (1984), que de nuevo llegó al puesto #1, gracias a temas como “Blue Jean”, “Don´t Look Down”, “God Only Knows” (de los Beach Boys) y “Tonight” (junto a Tina Turner), primer y único reggae de su carrera.
Contrario a lo que le ocurría a la mayoría de los artistas exitosos en décadas previas, quienes habían caído en un abismo creativo y en una especie de limbo estilístico en medio de las baterías electrónicas, los teclados polifónicos y los recién llegados samplers, Bowie pudo pasar por encima de ello, utilizando la naciente tecnología digital a su favor.
Tras la película y banda sonora de Labyrinth (1986) que le dio notoriedad como actor (faceta que ya había tenido su impacto en “The Hunger”), llegó otro de sus álbumes más vendidos, Never Let Me Down (1987), luego de lo cual decidió emprender una nueva aventura.
Tin Machine y la entrada a los 90
Bowie se inventó una banda. No fue un divertimento sino un sueño cumplido para alguien que siempre había estado expuesto solo con su nombre. Tin Machine fue una banda de hard rock que armó junto al guitarrista Reeves Gabrels y la base rítmica de los hermanos Tony y Hunt Sales.
Los dos discos que editaron fueron recibidos con críticas divididas, pero significaron una especie de oasis y de borrón y cuenta nueva para comenzar una nueva fase, esta vez inmersa en los sonidos industriales y la electrónica, tan en boga en los 90. El grupo cesó en 1992, tras lo cual Bowie se casó ese mismo año con la modelo somalí Iman Mohamed Abdulmajid.
De nuevo con Nile Rodgers en la producción, Black Tie White Noise (1993) llegó al puesto #1, y hasta la aparición de The Next Day, era el último de sus discos en lograrlo. A pesar de ello, Outside (1995) (con Brian Eno de regreso), fue un trabajo magistral y mucho mejor, musicalmente intenso.
Subtitulado “The Nathan Adler Diaries: A Hyper-cycle”, el disco se centra en personajes de un mundo distópico a las puertas del siglo 21. Temas como «Hallo Spaceboy” (remezclado por Pet Shop Boys), “The Hearts Filthy Lesson”, “Strangers When We Meet” o “I´m Deranged” (que abre la película “Lost Highway” de David Lynch), son puntos álgidos.
Cinco días después de finalizar el tour de Outside, Bowie volvió al estudio con Reeves Gabrels. El resultado fue el vigésimo disco, Earthling (1997), fuertemente inmerso en la cultura del drum´n bass, que reinaba en aquellos años. Grandes temas como “I´m Afraid of Americans”, “Little Wonder” y “Dead Man Walking”, pertenecen a este álbum.
Ese año cumplió 50 años y varios de sus amigos y admiradores músicos organizaron un gran concierto homenaje en el que participaron Billy Corgan, Foo Fighters, Sonic Youth, Frank Black, Robert Smith, Lou Reed, Beck, Moby y Prince, entre otros.
Casi finalizando el siglo, en octubre de 1999, lanzó Hours, primer álbum en la historia disponible para descarga al completo por internet, lo que ocurrió dos semanas antes de su lanzamiento en formato físico.
Siglo 21: actividad y silencio de David Bowie
Aunque el nuevo siglo lo comenzó muy activo con giras y dos discos, Heathen (2002) y Reality (2003), que lo llevaron de vuelta a los primeros puestos de las listas norteamericanas, luego siguió un silencio discográfico de diez años, motivado principalmente a serias complicaciones de salud que se manifestaron durante la gira de 2004.
El bache fue roto por The Next Day (2013), un trabajo de muy alta factura en el que afloraron ideas acumuladas durante varios años. El Bowie maduro no había cejado ni un poco en su afán por sorprender y así lo muestran los videos que acompañaron a ese disco.
Muy pocos imaginaban que el proceso que casi de inmediato conllevó la realización de Blackstar (2016) había estado signado por el cáncer. La confidencialidad fue la norma y por ello cuando la noticia de su muerte se expandió por Internet en pocos minutos, se convirtió en una bomba atómica. El disco se erigió en uno de los discos más vendidos y apreciados de 2016.
Un año exacto más tarde y muchos ríos de tinta electrónica, Bowie sigue más presente que nunca.
Escuchar la serie de tres Podcasts especiales de Acto de Fe realizados el 17, 24 y 31 de enero de 2016