El emblemático pianista, compositor y cantante inglés desplegó todo el poderío de su inmortal cancionero en una noche primaveral que nadie olvidará
Elton John
Farewell Yellow Brick Road / The Final Tour
Concierto en WiZink Center, Madrid
(Junio 26, 2019)
La cuenta regresiva en la vida de Reginald Kenneth Dwight sobre un escenario sigue su curso inexorable y con ello dejando una estela de emociones en el camino. Seguro lo echaremos mucho de menos, aunque tengamos sus canciones a mano para soliviantar la tristeza de no ver sobre un escenario a un huracán que se rebautizó como Elton John.
La despedida que ha preparado y que está en pleno desarrollo, es épica: 300 conciertos por cuatro continentes.
El Farewell Yellow Brick Road tiene todos los ingredientes necesarios para cerrar con broche de oro una trayectoria que ha dejado miles de conciertos desde aquellos primeros intentos en 1969 con una banda estable y Bernie Taupin como letrista.
El maratónico tour comenzó el 8 de septiembre de 2018 en Allentown, Pensilvania, y durante los siguientes cinco meses recorrió Estados Unidos y Canadá para un total de 77 conciertos. Otras 34 fechas por Norteamérica ocurrirán entre septiembre y noviembre de este 2019.
El 1 de mayo de este año arrancó en Viena la gira por Europa, siendo el de Madrid el concierto #104 en lo que va de tour. Es decir, se ha cumplido un tercio del total. Elton la comenzó a los 71 años y la finalizará a los 73. Un reto de alta exigencia.
La retirada del genio Elton
Como la gran mayoría de los grupos y artistas que irrumpieron a finales de los 60 y en los primeros 70, el período esencial de la era analógica del vinilo, Elton John construyó su principal legado durante una frenética etapa en la que publicó una seguidilla de 11 discos entre 1969 y 1976, en los que está contenida la mayor parte del repertorio del Farewell Yellow Brick Road, nombre relacionado con el más exitoso de toda su carrera y que justamente cumplió 45 años al inicio de la gira: el doble LP Goodbye Yellow Brick Road (1973).
Es la etapa que refleja con acierto el biopic Rocketman, que Elton menciona durante el concierto.
Desde entonces a este tiempo, Elton ha pasado por altos y bajos -creativos y personales-, pero nunca ha dejado de producir música ni de tocar. Además, creó una fundación para ayudar a los enfermos de Sida que se ha convertido en paradigma. Es evidente que no es aquel que hacía acrobacias sobre el piano, ni tiene el mismo tono de voz, pero sigue conservando la fuerza, expresividad y actitud.
Elton no está ágil y luce pasado de peso. Se le nota cada vez que se para del piano con sus movimientos lentos, embutido en su distintiva vestimenta y características gafas. Suele escupir después de cada canción en un recipiente en el que también descansa el vaso del que toma pequeños sorbos.
Elton lució feliz y pletórico, quizá como nunca, dejando traslucir gozo con cada interpretación y exhalando una actitud de eterno agradecimiento hacia el público –español en este caso particular-, al que animó con frecuencia.
Durante el show confesó sus favoritismos hacia discos y canciones, se detuvo a explicar algunos detalles claves en su vida, resaltó la labor de sus músicos. Fue evidente que Elton disfrutó el concierto con una mezcla equilibrada de ego y humildad.
“Cuando empecé hace cincuenta años, no imaginaba lo maravilloso que sería. He tenido la mejor vida, he sido muy afortunado por tener esta carrera increíble”, pronunció avanzado el concierto. “Aunque me guste mucho escribir canciones y grabar discos, la mayor emoción como músico es tocar para otro ser humano y recibir una respuesta. Os echaré mucho de menos, pero estáis en mi alma y mi corazón. He tenido aplausos para un millón de vidas. Ahora tengo otra vida que vivir”.
Elton y su imponente escenario
Un escenario de tres niveles y una inmensa pantalla con la nítida y colorida imagen que identifica al tour nos dieron la bienvenida. En el nivel superior un set de timpanis, los timbales que usan las orquestas, y otro set de percusión con tubullar bells, tumbadoras, bongos y platillos. Todo ello para el legendario Ray Cooper, miembro de la banda desde 1972, y que se luce en muchos momentos.
El nivel intermedio está dispuesto para Kim Bullard (teclados), la batería de Nigel Olsson (con Elton desde el comienzo) y a su lado una consola, y otro set de percusión manejado por John Mahon, quien además aporta excelentes coros.
Abajo, el imponente piano de cola y los lugares para el bajista Matt Bissonette y el guitarrista John Jorgenson, quien suple durante unos meses a Davey Johnstone, otro de los músicos que acompaña a Elton desde el principio.
Cuando se apagaron las luces, fue notable la gran cantidad de personas que habían comprado gafas en forma de corazón con luces titilantes, que sirvieron como elemento decorativo a lo largo de todo el show.
El fantástico repertorio de Elton
Como ha venido siendo durante todo el tour, el repertorio de 24 canciones casi no ha variado. El comienzo con “Bennie and the Jets” rápidamente nos sintoniza. Es uno de los seis temas de Goodbye Yellow Brick Road, el álbum más representado, al que pertenece también “All the Girls Love Alice”, en la cual Cooper tiene una gran intervención con las campanas tubulares.
Uno de los pocos temas de su etapa ochentera (solo hubo tres), fue “I Guess That’s Why They Call It the Blues”, que sonó más bluesera, quizá por la voz ahora más áspera. Tras ella, Elton anunció el primer single de su homónimo segundo disco de 1970, “Border Song”, que tocó solo con el piano, mientras en pantalla se mostraban personas abogando por la paz.
La exquisita “Tiny Dancer”, del cuarto disco Madman Across the Waters (1971), fue uno de los momentos álgidos, con gran intervención de Jorgenson en la guitarra slide marca Emmons y los estupendos coros de Mahon.
El contraste fue evidente con “Philladelphia Freedom”, que refleja la influencia que en los 70 tuvo el sonido de Filadelfia con sus arreglos de cuerdas en la música disco. Bullard se encargó de suplir perfectamente el sonido de aquellas cuerdas.
Volvieron a 1971 con “Indian Sunset”, con letra de Taupin acerca de un guerrero apache y de la cual Elton dijo era una de sus favoritas. La interpretación incluyó lo que pudiéramos llamar “El momento Cooper”, con una intervención magnífica e histriónica con los grandes toms, las congas y la pandereta, que levantó grandes aplausos.
Tras ella, Cooper salió de escena. Sonó entonces la emblemática “Rocket Man (I Think It’s Going To Be A Long, Long Time)” del exitoso disco Honky Château (1972), apoyada por imágenes del espacio que incluso se proyectaban sobre las pasarelas laterales del escenario. Gran sintetizador y arreglo final en guitarra acústica, con una adaptación distinta de voz adecuada al actual rango vocal de Elton.
Soberbia estuvo “Take Me to The Pilot”, otra de 1970, con un gran bajo y un solo de guitarra magistral, mientras se proyectaban imágenes psicodélicas. El estado de ánimo varió totalmente con “Sorry Seems to Be the Hardest Word”, cuyos primeros acordes generaron un suspiro colectivo, una de esas canciones románticas que garantiza lágrimas.
Muy emocionado por la respuesta, dio las gracias en español y procedió a anunciar el próximo tema, “Someone Saved My Life Tonight”, perteneciente al que dijo ser uno de sus álbumes favoritos, Captain Fantastic and The Brown Dirty Cowboy (1975), probablemente el último de sus grandes discos.
Jorgenson sacó por primera vez la guitarra doble mástil, típica de los años 70, que popularizaron guitarristas como Jimmy Page. Los comics del Capitán Fantástico proyectados redondearon la gran interpretación.

Fuente: Facebook de Elton John
Pudieron notarse las preferencias de Elton por sus discos. Madman Across The Water tuvo una tercera pieza: “Levon”. Sonó realmente épica, con las cuerdas originales sustituidas por teclados y la doble guitarra. La versión extendida incluyó un segmento final con John soleando semi parado a lo Little Richard o Jerry Lee Lewis, y Jorgenson a lo Chuck Berry, además de un mini solo de los tres percusionistas. Hasta ese momento nadie se había parado de sus asientos para bailar.
Y ante la energía demostrada por todos en el escenario una mujer cercana a nosotros soltaba “es que son muy mayores, no sé cómo aguantan”.
Para interpretar la doblemente exitosa “Candle in the Wind” (la original dedicada a Marilyn Monroe y la adaptación dedicada a Lady Diana), el piano fue desplazándose lentamente por todo el escenario. Luego de ella todo oscureció y empezó a tronar y relampaguear, al tiempo que el escenario se llenaba de humo.
Era la señal de que se aproximaba la increíble “Funeral for a Friend/Love Lies Bleeding”, con los gloriosos sintetizadores que sirven de introducción, con la notable influencia de Rick Wakeman, quien había colaborado en Madman Across The Water, antes de formar parte de Yes. Sin duda, es una pieza que refleja la época dorada del rock sinfónico y progresivo, que iba en paralelo al glam rock. Sirvió para el primer cambio de vestuario de Elton.
Sin apenas descanso, abordaron “Burn Down the Mission”, la única escogida del tercer disco Tumbleweed Connection (1970), la cual refleja las influencias del country en aquella época primeriza. Dio paso a “Daniel”, uno de los más emotivos momentos del concierto.
Antes del siguiente tema, Elton John hizo una sentida intervención sobre sus momentos difíciles, el tiempo que hace que se mantiene sobrio y la creación de su fundación para luchar contra el Sida, una pandemia que en los 80 y 90 fue terrible.
Sin duda, una labor encomiable que comenzó casi arando en el mar y ahora es una de las organizaciones filantrópicas y de mayor impacto social del planeta. “Creo en el amor como cura”, fueron las palabras que precedieron a “Believe”, del disco Made in England (1995), la única de los 90 y la más reciente de todo el repertorio.
Continuaron con la segunda escogida de los 80, “Sad Songs (Say So Much)”, con aroma a southern rock. Con amabilidad, agradeció a la gente que compra sus discos, entradas de conciertos y merchandising: “Thank You So Much, Spain”.
Se tomó entonces casi tres minutos para presentar con mucho respeto y cariño a sus músicos, con especial dedicatoria a Ray Cooper y a su compañero de viaje desde el principio, Nigel Olsson, sin dejar de recordar al fallecido bajista Dee Murray y al guitarrista Davey Johnstone, convaleciente de una operación.
La recta final del concierto no dio tregua. Del disco Caribou (1974) interpretaron la emotiva balada “Don’t Let the Sun Go Down on Me” y la rockera y enérgica “Bitch is Back”; seguidas por la alegre “I’m Still Standing” y la salvaje “Saturday Night’s Alright for Fighting”, mientras caían confetis multicolores.
La euforia colectiva trajo muy pronto de regreso a Elton (con una bata) y sus músicos para regalarnos los últimos dos temas, la recordada “Your Song” y “Goodbye Yellow Brick Road”, tras de la cual se montó en una pequeña estructura metálica que se deslizó por un riel hacia una puerta ubicada en la parte superior de la tarima, por la cual desapareció ante la satisfacción, admiración y melancolía de los miles de asistentes.
Probablemente el impacto de las canciones de John y Taupin varíe de acuerdo a la edad de cada persona. El WiZink Center acogió a varias generaciones, entre ellas, muy especialmente, a la que vivió el ascenso del inglés y conoció sus canciones por la radio, compró sus vinilos, los grabó en casetes que reprodujo sin parar y guardó para siempre en su memoria, canciones y discos que quedaron asociados indisolublemente con diversos momentos de sus vidas.
Esta gira contiene implícitos esos elementos emocionales y por ello es diferente a todas las muchas anteriores. Ha sido la última oportunidad de enfrentarse en directo al artista que ha sido como miembro de la familia y eso cuesta asimilarlo.
Hasta siempre, querido Elton. Gracias por tu entrega.
Juan Carlos Ballesta