El 28 de octubre de 2002 la distintiva banda islandesa publicó su maravilloso tercer disco, conocido como The Bracket Album
Sigur Rós
( )
Smekkleysa. Islandia. 2002
¿Cómo escribir palabras sobre un disco que pretende deshacerse de estas? El tercer trabajo de Sigur Rós no tiene título (aunque suele identificarse como «paréntesis» debido a la ilustración de la portada), ninguna pieza tiene nombre… nada, zero, nulo…
Las ocho piezas de ( ), como no nos queda mas remedio para referirnos a este disco, han formado parte esencial del repertorio en vivo de la banda durante la actual gira de reaparición en 2022, dado que se conmemoran 20 años (leer crónica aquí).
Pero, en 2002 ya los temas habían sido interpretados en directo en los tres años previos, durante la etapa del disco anterior, Ágætis byrjun, durante la cual el grupo trascendió a audiencias más allá de Islandia.
Imaginamos entonces que Jón Þór Birgisson “Jónsi” (voz, guitarra, teclados) y sus compañeros, Kjartan “Kjarri” Sveinsson (teclados, guitarra), Georg «Goggi» Hólm (bajo, teclado, glockenspiel) y Orri Páll Dýrason (batería, teclados), decidieron que era momento de plasmar la versión definitiva de esta música antes de seguir adelante.
Una secuencia de ocho acordes que se repiten de manera hipnótica, abre el disco , para luego de 2 minutos de variaciones en la orquestación, servir como base a la primera vocalización de Jónsi, que como es ya una firma de la banda, contiene palabras inventadas, sin ningún significado, en un lenguaje que han dado por llamar «Hopelandic».
Lenta, con una instrumentación austera, la pieza se desliza durante 6 minutos y medio estableciendo el principal tema melódico que sirve como hilo narrativo de esta grabación.
Esta pieza era conocida previamente en vivo como «Vaka» (el nombre de la hija de Orri Páll Dýrason), que en vivo adquiere una increíble dimensión.
El segundo surco -subtitulado “Fyrsta”-, comienza con sonidos ambientales sampleados, como preludio a la primera aparición de la batería, marcando un ritmo lento para una melodía con una guitarra limpia que de nuevo repite una melodía circular sobre la que luego la voz, cantando primero en falsete y luego en su registro normal, vuelve a sugerirnos ideas y sentimientos imaginarios y personales.
Y es que la idea de Sigur Rós con las letras sin sentido lógico es permitir que cada quien interprete estos sonidos vocales en base a su propios mapas y referencias, creando versiones individuales de las canciones que nos digan a cada uno de los oyentes lo que asociamos con esos sonidos.
Hay quienes ven en esto una filosofía muy profunda, pero hay tambien quienes ven en esto una falta de ideas para escribir líricas y una forma «pseudo-intelectual» de resolver esta falta de poesía.
¿En que bando se anotan? escuchen y decidan.
De cualquier forma la página web oficial de la agrupación para entonces contenía una sección en la que los visitantes podían escribir su interpretación de las letras, creándose una especie de meta-definición del contenido del disco controlada exclusivamente por los fanáticos de la agrupación.
El tercer track (“Samskeyti”) vuelve a los sonidos espaciosos del comienzo, de nuevo sin percusión, y con una participación importante de los sonidos de piano y órgano del tecladista «Kjarri» Sveinsson, que a nuestros oidos sugiere los espacios abiertos de las frias pradreras nórdicas, al menos como nos lo imaginamos.
El crescendo (un poco a lo Godspeed You! Black Emperor pero mucho mas sutil) es marcado por la participación del Amina String Quartet, que apoya a Sigur Rós a lo largo de este disco.
La primera parte, de las dos en las que está estructurado este álbum en formato CD (simulando un poco los viejos LPs de rock sinfónico) cierra con una pieza en la que retorna la base rítmica, con una guitarra mas presente en la mezcla, puntuando la melodía por debajo de la voz.
Un organo casi eclesiástico sirve como puente entre las diferentes secciones de la pieza, que originalmente, durante las interpretaciones en vivo, era conocida como «Njósnavélin» (algo así como la canción de la nada).
A esta pieza sigue un silencio de 36 segundos que simula el tiempo que se emplea en darle la vuelta a un LP y seguir oyendo, pero irónicamente en la versión LP el silencio está situado en la mitad del lado B del primer disco (es un doble álbum, cuatro caras).
Según la banda, la primera mitad es ligera y optimista, con predominancia de los teclados, mientras que la segunda parte es melancólica.
El «lado B», si lo podemos llamar así, de este trabajo, comienza con un ritmo lento, un órgano profundo y las vocalizaciones de Jónsi (“Álafoss”).
De forma muy pausada la pieza se va desenvolviendo, hasta llegar a los 9 minutos, donde la banda explota, de nuevo recordando los crescendos de Godspeed, pero esta vez con una fuerza cercana a la de los canadienses, pues la instrumentación se hace similar desde el punto de vista de la densidad sonora.
El track número 6 (“E-Bow”) mantiene latente la fuerza de la pieza anterior, con una tensión sostenida por el bajo y batería, que sabemos que está contenida, pero que pronto será liberada, cosa que efectivamente sucede, con la guitarra de Jónsi, manipulada con el habitual arco de cello (a lo Jimmy Page), liderando los sucesivos crescendos.
Definitivamente esta mitad es el lado fuerte del disco, contra el lado mas sereno y meditativo que fué el «lado A». Sin embargo, la pieza número 7 (“Dauðalagið” – la canción de la muerte, como era conocida previamente en vivo, antes de que se quedara sin titulo), retorna por momentos a la calma, aun cuando la base rítmica sigue manteniendo una presencia importante, sobre todo el bajo profundo y ronco de «Goggi» Holm.
Por 12 minutos y medio la banda nos lleva por senderos sonoros con grandes contrastes dinámicos, brindándonos algunos de los momentos mas emotivos de este disco.
Los parentesis se cierran definitivamente con el track número 8 (“Popplagið”), acertada conclusión a un trabajo que confirmaba a Sigur Rós como unos de los fenómenos musicales mas interesantes del momento que se vivían a principios del siglo 21.
A este disco siguieron otros cinco, hasta que en 2013 acudieron a un nuevo paréntesis -esta vez discográfico- que la banda está a punto de romper.
Gabriel Pérez
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