Tras un silencio discográfico de cuatro años y cambios en la formación, la emblemática banda de Puerto La Cruz regresó con un quinto disco que presenta novedades en el sonido
Tomates Fritos
Tomates Fritos (quinto álbum)
Independiente. 2016. Venezuela
Cuando un grupo con una larga trayectoria, un sonido distintivo y una importante legión de seguidores, decide lanzar un disco titulado con su propio nombre, algo trascendente quiere transmitir.
Ese mero detalle enmarca una especie de declaración de principios, algo como “somos los Tomates, esto es lo que somos ahora y aquí les va”. No es casual que este quinto álbum, con notables cambios en el sonido y en la formación, haya sido bautizado simplemente Tomates Fritos, justo a 20 años de su fundación.
El núcleo se ha reducido al trío Reynaldo Goitía aka Boston Rex (voz principal, bajo eléctrico, bajo sintetizador, teclados), Carlos “Kike” Franco (guitarras acústica y eléctrica, bajo en dos canciones) y Tony Maestracci (batería), con la decisiva presencia del productor Max Martínez (también fundador del grupo) quien además participa como instrumentista (batería, programación, teclados adicionales, coros, bajo sintetizador).
Otro de los fundadores, Rodrigo Vera se había retirado dos años después de Hotel Miramar (2012), y más recientemente el “Chino” Agreda también hizo mutis, por ello de ser un grupo con tres guitarras Tomates se quedó con una sola, trabajo que en la grabación recayó completamente en Franco. Esa circunstancia, no cabe duda, ha incidido en los cambios que se produjeron en el resultado final.
Desde que se da play hasta el final este disco es un desafío, principalmente para aquellos ya acostumbrados a su sonido cercano al southern-rock y la clásica estética de Tom Petty y otras bandas norteamericanas.
No es un disco inmediato, requiere de varias escuchas y ello lo hace muy interesante ya que asume riesgos, tal como hizo Radiohead con Kid A (2000) alejándose sin tener necesidad de la exitosa fórmula de Ok Computer (1997) que provocó el nacimiento de otras bandas inspiradas en la melancolía pop de ese trabajo.
Los primeros 20 segundos enlazan con el post rock electrónico alemán tipo Apparat, pero rápidamente el tema “Multicolor” coge su rumbo con intensas atmósferas de guitarras y falsettos a lo Coldplay y Bon Iver. Es sin duda uno de los temas claves y potencial éxito de radio.
Uno de los elementos más distintivos, los teclados, aparece en “Me cuesta”, un tema con un bajo potente y varias capas de guitarras que se erigen en protagonistas. En “Calma”, el sintetizador da la bienvenida y los colchones de teclados se entrelazan con un pegadizo riff de guitarra, en un ejercicio que nos lleva a los años 80 vía The Cars y nos devuelve al siglo 21 vía LCD Soundsystem.
Las sonoridades que proporcionan teclados de la primera y segunda generación de la era digital, que definieron la segunda mitad de los años 80 y los primeros 90, como el Yamaha DX7 o el Roland Juno, orbitan sobre todo el álbum. Afortunadamente su uso inteligente no cae en el estereotipo de sonar retro o anacrónico, sino que se sirve de ese deja vu sonoro para alimentar las intenciones de la banda de reinventarse.
“Yo no sé” es un tema midtempo, con una secuencia rítmica sobre la que se monta la batería. El tema tiene un interesante puente en la segunda mitad con un bajo sintetizado, un teclado envolvente de aire cinematográfico y un redoblante algo épico.
Contrasta con la siguiente canción “Ya estaba mal”, conducida por una guitarra acústica que progresivamente es arropada por un sintetizador bajo, una controlada muralla de guitarra eléctrica y un ritmo repetitivo a golpe de escobillas, mientras Boston Rex repite el mantra “aquí conmigo / te diré / nunca más se irá de aquí / aquí conmigo”.
La canción que decidieron lanzar como primer single es “Me veo sin ti”, probablemente porque representa muy bien el nuevo sonido Tomates-con-teclados, además de su coro pegadizo.
El aire ochentero con el que crecieron los integrantes de la banda se acrecienta en los dos siguientes temas, “Mitad dual” y la magnífica “Hospital”, en los que también la batería y la guitarra contribuyen a traer ecos de A Flock of Seagulls e Echo & The Bunnymen.
Probablemente sea en “Hospital” en la que Boston Rex desarrolla mejor su voz y la guitarra suena más cercana a la estética “siniestra” y envolvente de los 80 (The Cure, Bunnymen, Psychedelic Furs, The Sound…)
La canción más corta es “Me cansé”, de aire new wave y con un estupendo bajo y de nuevo un falsetto, esta vez a lo Bono.
“Sven” (con Franco en el bajo) posee quizá la única referencia local, en este caso a la banda Los Mesoneros. Y aunque no lo pretendía en un comienzo, el nombre original del tema (“Ven”, del verbo venir) terminó sumando una “S”, por una serie de casualidades.
La parte final del disco recoge los dos temas más densos, “Volver atrás” y “Huyendo de la tempestad”, que como es costumbre en los cierres de los discos de Tomates es el más extenso y al mismo tiempo uno de los mejores y más reflexivos.
La impecable grabación corrió a cargo de Ricardo Martínez en Remoto Studios, mientras que el lutier Ricardo Parra se encargó del diseño de sonido de las baterías, algo de suma importancia para lograr el equilibrio entre sonido orgánico y procesado.
Otro rol clave fue el del mexicano Eduardo Del Águila, quien supo mezclar las canciones dándole la personalidad y balance perfecto a los instrumentos y voz. La elegante dirección de arte estuvo a cargo de Pedro Fajardo, lo que incluye, finalmente después de veinte años de formada la banda, un logo oficial. Tampoco es casualidad.
Los textos de Goitía, como siempre, son una mezcla de las particulares exploraciones interiores en algunos casos dolorosas, en ocasiones crípticas o no tan evidentes, y las visiones veladas sobre la actual realidad llena de crudeza, que desde Puerto La Cruz es aún más descarnada.
Tomates Fritos avanza, y lo hace a conciencia. No piensa en la gloria efímera de un éxito de radio ni en los réditos ya obtenidos, sino en la trascendencia de un lenguaje propio de largo alcance, de un discurso hilvanado desde la sinceridad y honestidad de un compositor y letrista consecuente como Reynaldo Goitía, la particular visión musical de Kike Franco y su habilidad como arreglista, la solvencia rítmica de Tony Maestracci y el compromiso profesional más allá de la amistad de Max Martínez.
Es, a no dudarlo, una aventura de gran envergadura que apuesta fuerte por el futuro de una banda fantástica, injusta y absurdamente desconocida más allá de las fronteras venezolanas.
Juan Carlos Ballesta
Aquí una larga conversación con los tres Tomates acerca de esta nueva etapa y otros asuntos relacionados.
Aquí se puede escuchar el disco completo: