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Murder Ballads: las criminales historias de amor de Nick Cave

Murder Ballads Nick Cave

El 5 de febrero de 1996 vio la luz el noveno álbum del gran músico australiano, su más exitoso a pesar de la sordidez de algunas historias

Nick Cave and The Bad Seeds
Murder Ballads

Mute. 1996. Australia

El disco pasado del australiano y su troupé, Let Love In (1994), era un listón muy alto. Cave venía de una seguidilla de discos realmente memorables, con una banda que para el momento lucía sólida tras varios años sin variantes.

Se había ganado el apelativo de poeta maldito, gótico y siniestro, una fama bien ganada desde sus tiempos con The Birthday Party y los desatados años 80 junto a las primeras encarnaciones de los Bad Seeds, compartiendo vivencias en Melbourne, Londres, Berlín y Sao Paolo.

Pero, aún estaba por llegar el disco con el que se graduaba justamente de todo aquello con lo que era definido. El noveno disco de Nick Cave junto a su inseparable brazo ejecutor permanece como su pináculo comercial, y no precisamente por realizar concesiones.

La decada de los 90 comenzó con The Bad Seeds conformada por el bajista Martin P. Casey, el teclista Conway Savage, el guitarrista Blixa Bargeld (de Einstürzende Neubauten), el baterista Thomas Wydler y el multiistrumentista Mick Harvey.




En 1994 se unió Jim Sclavunos apuntalando en batería y percusión, y para el momento de Murder Ballads hizo su primera aparición el violinista Warren Ellis, a la postre convertido en mano derecha de Cave en el siglo 21. Todos ellos se mantuvieron juntos hasta 2003.

En plena efervescencia creativa, Cave escribió una serie de relatos sobre asesinatos pasionales, incluyendo entre sus invitados, a dos voces de indudable (y diferente) peso específico: PJ Harvey y Kylie Minogue.

Con la primera, para entonces en pleno ascenso con tres incendiarios discos, cantó a dueto “Henry Lee”, una adaptación de la clásica canción folk escocesa “Young Hunting”, a la que Cave cambió sustancialmente la letra.

El vídeo de alguna manera refleja la efímera aunque intensa relación entre Nick y Polly Jean y le agregaba un morbo especial

Con la artista pop australiana cantó “Where the Wild Roses Grow”, elegida como primer single del disco, el cual se convirtió en el más exitoso tema de Nick Cave and The Bad Seeds en muchas partes del mundo como Australia, Gran Bretaña, Irlanda, Nueva Zelanda y Alemania, donde en 2008 volvió al tope debido a que fue el tema de una telenovela.

Sobre esta colaboración, Cave declaró: “‘Where The Wild Roses Grow’ la escribí pensando en Kylie. Había querido escribir una canción para Kylie durante muchos años. Tuve una calmada obsesión con ella durante unos seis años. Escribí varias canciones para ella, ningunas de las cuales sentí que era apropiada ofrecérsela. Fue solo cuando escribí esta canción, que es un diálogo entre un asesino y su víctima, que pensé que finalmente había escrito la canción correcta para que la cantara Kylie. Se la envié y ella respondió al día siguiente”.

El poético vídeo tuvo bastante rotación en MTV, cadena que nominó a Cave como “Mejor Artista Masculino” aquel año. Sin embargo, el propio Nick pidió ser retirado de la lista dado que no se sentía cómodo con el hecho de hacer pensar a los espectadores de MTV que el resto del disco iba en la misma línea que la balada con Kylie, evitando así la decepción al comprar el disco.

Contribuyen al espíritu de la canción la sección de cuerdas conformada por Helen Mountfort (chelo), Kerran Coulter (viola) y las violinistas Jen Anderson, Sue Simpson

La idea inicial del disco había surgido durante las sesiones de Henry’s Dream (1992), con la canción “O’Malley’s Bar”, que no encajaba ni en ese ni tampoco en el siguiente disco, Let Love In (1994). De modo que Cave construyó un “habitat” para esa larga canción de 14 minutos creando todas las demás piezas. Es, sin duda, una de las más épicas y potentes canciones grabadas por Nick Cave and The Bad Seeds

El inicio con “Song of Joy” sienta las bases del álbum. Casi siete minutos de perturbadora narrativa sobre un padre que es testigo del asesinato de toda su familia por parte de un asesino serial, con el piano ejerciendo de elemento cinematográfico, la envolvente guitarra de Bargeld y la repetiva base rítmica de Harvey (batería) y Casey (bajo)

El siguiente tema es, probablemente, el más representativo del disco y habitual en los conciertos desde entonces. La sórdida “Stagger Lee”, con la maravillosa linea de bajo de Casey y las maracas de Wydler, tiene una larga historia basada en una canción folk de principios del siglo 20 en la que se cuenta la historia del asesinato en St. Louis, Missouri, en las navidades de 1895, de Billy Lyons a manos de “Stag” Lee Shelton.




La versión de Cave se diferencia en forma y fondo de las muchas que se hicieron antes de la Segunda Guerra Mundial, desde las primeras instrumentales de Fred Waring’s Pennsylvanias, Frank Westphal & His Regal Novelty Orchestra y Herb Wiedoeft and His Band, pasando por la primera con letra (“Skeeg-a-Lee Blues”) de Lovie Austin, la de Ma Rainey con Louis Armstrong en la corneta, hasta llegar a la de Mississippi John Hurt en 1928, considerada como la definitiva de aquella etapa.

En 1958, Lloyd Price la interpretó con el nombre “Stagger Lee” y a partir de ahí siguieron versiones de Ike and Tina Turner, The Righteous Brothers, James Brown, Wilson Pickett, Tom Rush, Johnny and The Hurricanes, Dave Van Ronk, Doc Watson, Pacific, Gas & Electric, The Youngbloods, Dr. John, Taj Mahal, entre muchas.

Tres años antes de Murder Ballads, Bob Dylan incluyó una versión titulada “Stack A Lee” en el disco World Gone Wrong (1993)

Cave se basó en la transcripción de la historia que se hizo en 1967, publicada en 1976 en el libro “The Life: The Lore and Folk Poetry of the Black Hustler”, mientras que la música tuvo inspiración en el reggae.

El tema es salpicado por disparos, desgarradores gritos de Bargeld, sobre filosas guitarras interpretadas por Harvey y Bargeld.

Tras “Henry Lee” -tercera en el orden- emerge “Lovely Creature”, cuya composición está acreditada a casi toda la banda (Bargeld, Casey, Harvey, Wydler y Cave). Es uno de los puntos álgidos, con la angelical voz de Katharine Blake colándose entre los versos siniestros de Cave.

Contribuyen especialmente a la tensa ambientación del tema la marchosa batería de Wydler, las guitarras que como cuchillos asesinos van y vienen durante los cuatro minutos que dan paso a “Where the Wild Roses Grow”.

Surge entonces “The Curse of Millhaven”, con un ritmo cercano al country y una vocalización que incluye unos fundamentales coros acreditados a The Moron Tabernacle Choir (toda la banda mas varios invitados, entre ellos Roland S. Howard) que otorgan una irónica sensación de alegría.

La inquietante historia transcurre en el pueblo ficticio Millhaven creado por el novelista estadounidense de historias sobrenaturales y de terror, Paul Straub.

Aparece aquí por primera vez el australiano Warren Ellis en violín y armónica, líder para entonces de la agrupación Dirty Tree, así como el guitarrista Hugo Race, miembro de la primera encarnación de The Bad Seeds

The Kindness of Strangers” es una balada distintiva de Cave, de esas que pueden hacer llorar de melancolía, sensación a lo que contribuyen la voz de Marielle del Conte y los sollozos de Anita Lane, ex compañera sentimental de Cave.

La ponzoñosa narrativa contrasta de manera brillante con la melodía.

Martin P. Casey y Nick Cave comparten el crédito de composición de “Crow Jane”, con un libidinoso ritmo comandado por la batería de Jim Sclavunos, sobre el cual navegan la guitarra de aroma western y las angelicales voces de Geraldine Johnson y Liz Corcoran.

Tras la catártica experiencia con “O’Malley’s Bar”, arribamos al último tema del disco, una versión del tema de Bob Dylan, “Death is Not The End”, con la participación vocal de P.J. Harvey, Kylie Minogue, Anita Lane, Blixa Bargeld, Thomas Wydler y Shane MacGowan (cantante de The Pogues, con quien Cave había grabado en 1992, “What a Wonderful World”). Cada uno se encarga de un verso y hacen coros.

La emotiva balada, a pesar del término “muerte” en su título,  es la única canción del disco en la que no ocurre una muerte. Justamente esa fue la intención de Cave al elegirla como cierre de Murder Ballads. Es una rendición de increíble belleza.

El disco que siguió, The Boatman’s Call (1997), reflejó un interesante contraste y cerró una década pletórica que había comenzado con The Good Son (1990).

Nunca como en Murder Ballads las historias de asesinatos pasionales han atrapado tanto.

Juan Carlos Ballesta


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