Inicio Ahi estuvimos Roger Waters: entre la épica pinkfloydiana y el panfleto político

Roger Waters: entre la épica pinkfloydiana y el panfleto político

Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Kate Izor

El conocido músico inglés cofundador de Pink Floyd ofreció en Madrid un espectáculo musical y tecnológicamente grandioso, exageradamente impregnado de mensajes políticos

Roger Waters
Concierto en Wizink Center, Madrid

This is Not a Drill Tour 2023

(Marzo 23, 2023)

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Roger Waters, el activista

A juzgar por el activismo político e ideológico que en los últimos tiempos ha mostrado públicamente Roger Waters, era de esperarse que esta gira anunciada como su “primera despedida”, estuviese totalmente impregnada de mensajes, imágenes e intervenciones reforzando sus posiciones y visiones políticas y económicas sobre el mundo actual.

Respecto al tour anterior “Us + Them” en el que el blanco principal fue Donald Trump -lo que hizo que muchos asistentes a sus conciertos lo abuchearan o se salieran- ha subido la intensidad.

No fue ninguna sorpresa encontrarnos con feroces críticas y juicios de valor a personajes a los que considera culpables de los males del mundo, corporaciones malévolas, guerras organizadas por los “oscuros intereses” estadounidenses, entre otros asuntos. Hemos seguido a Roger desde siempre, así que ya estábamos preparados para enfrentarnos en directo a sus visiones parciales y muchas veces desinformadas, lo que no quita que en algunas cosas lleve razón.

Él ha decidido ponerse en el centro de la discordia, lo sabe y parece disfrutarlo. En esta cruzada tiene sus defensores y sus detractores, pero sobre todo ha logrado que muchos fans le hayan dado la espalda. A eso se ha expuesto.

A las 21:20 nos recibió con su habitual ironía rayando en la arrogancia, con un mensaje en pantalla leído por él, que invitaba a todos los fanáticos de Pink Floyd que no están de acuerdo con sus posiciones a irse al carajo (“¡fuck off!”), abandonar el recinto e irse a un bar.




De una vez escoge su terreno, y claro, el tiene el control y el poder durante casi tres horas. Es indudable que Roger sabe comunicar sus ideas y posiciones. Tiene los recursos económicos y técnicos, y la tribuna merecidamente ganada a lo largo de décadas la aprovecha a tope.

Los shows que componen el tour “This is Not a Drill” -el séptimo en su carrera solista y que debia comenzar en 2020 pero la pandemia lo impidió- refuerzan la sensación de estar ante un músico que desde hace mucho tiempo ha decidido regodearse en la grandilocuencia, transformando el legado junto a Pink Floyd en su épica personal, minimizando a sus ex-compañeros dejando entrever que es él el gran creador de todo lo que hizo la banda hasta 1983.

A estas alturas ya no se puede asegurar si asistimos a un concierto de rock con todos los artificios disponibles -impresionantes, por demás- o a un mitin político de un músico que a punto de volverse octogenario transita de lleno por los farragosos pantanos de la política internacional, lo que conlleva bastantes desaciertos en su visión dogmática de las cosas, y claro está, aciertos en los tópicos donde priva el sentido común y con los que nadie puede estar en desacuerdo.

Es claro, que las realidades locales no son siempre como se ven desde la comodidad de un estudio o una mansión. Waters ha demostrado bastante desconocimiento en causas que defiende a capa y espada, y ha levantado ronchas en millones de personas.

Roger dice perseguir sueños de justicia e igualdad y una economía más humana, al tiempo que aboga por la autodeterminación de los pueblos, un concepto que parece no tener del todo claro cuando defiende tiranías que justamente se han instalado en el poder pasando por encima de esa tan mencionada “autodeterminación”, castrando las posibilidades a sus pueblos de poder gozar de verdadera democracia y libertad.

¿O es que Nicolás Maduro, a quien lleva años defendiendo, heredero del proyecto hegemónico de Hugo Chávez, permite libertad de pensamiento y de elección a su pueblo?

Y no hablemos de su posición ante la agresión de Putin a Ucrania -asunto bastante tangencial durante el concierto, pero que es imposible de obviar tras las declaraciones a la revista Rolling Stone afirmando “estoy en una lista apoyada por el gobierno ucraniano para ser asesinado”.




Waters ha envejecido amplificando dogmas, algunos resentimientos y obsesiones y también -como no- los deseos de ser reconocido como el único gran hacedor del legado de Pink Floyd.

Quizá a muchos de los asistentes no les haya importado mucho su rol activista -una buena cantidad lo aplaudía- y se hayan concentrado en disfrutar de un espectáculo de alta factura, con imágenes de gran impacto, y de un repertorio que tira principalmente del legado setentero de Pink Floyd.

Pero Waters nos lo puso difícil a muchos con discursos innecesariamente largos y poco espontáneos. Afortunadamente, la música es demasiado poderosa y los temas de Pink Floyd son inmortales, más allá de las connotaciones que ahora les quiere asociar.

Waters, el gran setlist y su superbanda

El inicio del concierto fue con la reciente revisión del clásico “Confortably Numb”, uno de los temas claves de The Wall (1979). Las apocalípticas proyecciones de una ciudad destruida y gente paralizada bajo la lluvia, concuerdan con esta versión ralentizada, exenta de uno de los mejores solos de guitarra eléctrica de la historia del rock.

Pero no extraña, la presencia de David Gilmour ha sido borrada por Roger tanto como ha podido, como se apreció mas adelante cuando se proyectan imágenes de Pink Floyd en las que nunca aparece el guitarrista, con quien lejos de aplacarse las diferencias, se tornan cada día mas agrias.

La adaptación, ideal para comenzar, es muy interesante, acercándose al universo opresivo del Mezzanine de Massive Attack o a Archive.

Al final del tema, se eleva la descomunal estructura en forma de cruz que sirve de ultra nítida pantalla 360º y Roger saluda al Wizink como si se tratara de un mítin político. Y en parte lo fue.

Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Kate Izor

Anclado en aquel histórico disco conceptual, abordó entonces “The Happiest Days of Our Lives” y las partes 2 y 3 de la emblemática “Another Brick on the Wall”, que en 1979 cuestionaba el sistema educativo británico.




La banda que acompaña a Waters es de altos quilates, cada uno de ellos con su propia historia: Jonathan Wilson, en guitarras y voz; Dave Kilminster, en guitarras y voz; Jon Carin, en teclados, guitarra y voz; Gus Seyffert, en bajo y voz; Robert Walter, en teclados; Joey Waronker, en batería; Shanay Johnson, en voz; Amanda Belair, en voz; y Seamus Blake, en el saxofón.

En la medida de lo posible, con la batería en el centro y los teclados en uno de los lados del perímetro central, varios de los músicos fueron alternando posiciones para poder mostrarse a todos los presentes, dado que cuando estaban frente a una de las tribunas, no podían ser apreciados por el resto. Quizá este aspecto no está del todo logrado.

Mientras se mostraban múltiples escenas de violencia policial en Norteamérica, Londres y Brasil,  y ataques a Palestina, se desarrolló “The Powers That Be”, pieza del disco Radio K.A.O.S. (1987), que sonó mejor que en su versión original.

Sentado en el piano, interpretó “The Bravery of Being Out of Range”, tema de Amused to Death (1992), concebido como una crítica a las políticas neoliberales de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y que sonó muy cercano a una balada de Bob Dylan.

El mensaje que proyectaron las pantallas fue muy directo, acusando de criminales de guerra a los presidentes de Estados Unidos, desde Ronald Reagan en adelante. La Thatcher, sin embargo, no apareció.

Esta es una de las ocasiones en las que se suelen ver las costuras en las posiciones de Waters, porque mientras culpa a Reagan de miles de crímenes en Centroamérica, se olvida de mencionar a Fidel Castro.

Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Juan Carlos Ballesta

Luego de una extensa intervención abogando por dejar de matarse unos a otros, de nuevo al piano toca la pieza “The Bar”, compuesta durante el confinamiento y que aún no ha sido publicada en disco. De nuevo sonó dylaniano.

El segmento dedicado al grandioso Wish You Were Here (1975), cuya inspiración fue Syd Barrett, fue aprovechado por Roger para apropiarse de la amistad con Syd, contar cómo decidieron fundar un grupo tras asistir a un concierto de The Rolling Stones en Londres. Fue el único miembro de Pink Floyd que recibió algún tipo de reconocimiento y con el que compartió algún tipo de mérito.

Have a Cigar” fue acompañada por distintas imágenes de Pink Floyd, incluidas las animaciones que acompañaron aquella gira y el videoclip. El performance fue sensacional. El homenaje a Syd siguió con la emotiva e infaltable “Wish You Were Here”, con Kilminster en la acústica.

Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Kate Izor




La parte final del primer set fue realmente brutal, con las dos piezas mas largas. Primero fue “Shine On You Crazy Diamond (Parts VI-VII, V)”, antes de la cual Waters confesó que estaba un poco perdido durante la grabación porque se estaba divorciando. Gran solo de saxo y de guitarra slide, mientras en las fotos proyectadas Gilmour siguió ausente mientras Richard Wright y Nick Mason aparecían como figurantes.

La única pieza escogida del fenomenal disco Animals (1977) -el último en el que Pink Floyd trabajó como cuarteto cohesionado- fue “Sheep”, antes de la cual las pantallas trajeron a colación a George Orwell y sus obras “Animal Farm” y “1984”, fuente de inspiración para este trabajo.

Balando como borrego justo antes de arrancar la pieza, Roger buscaba que la gente hiciera lo mismo y en buena medida lo logró. Es la metáfora que se refiere a los borregos u ovejas como el pueblo sumiso que nunca cuestiona lo que deciden los poderosos, es decir, los cerdos y los perros en la distopía orwelliana.

Una gran oveja hinchable apareció durante el desarrollo de la canción.

Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Kate Izor

Antes de finalizar el intermedio apareció el cerdo hinchable sobrevolando el Wizink, con las inscripciones “Steal from the Poor, Give to the Rich” (Róbarle al pobre para darle al rico) en un lado, y “Fuck the Poor” (Jode al pobre) en el otro.

Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Juan Carlos Ballesta

El segundo set fue comenzado con la poderosa “In The Flesh”, con Roger ataviado de militar, con el brazalete de los martillos cruzados, muy alegórico a la swastika nazi.

Las ráfagas de ametralladora con las que terminó, dieron paso a uno de los momentos más contagiosos del concierto.

Era “Run Like Hell” en una versión extendida, con toda la imaginería ya conocida en acción (martillos marchando, el famoso cerdo…), y la banda desplegándose por el escenario mientras Roger cantaba desgarrado.




Dos piezas, “Déjà Vu” y tema título, del disco Is This the Life We Really Want? (2017) -su mejor disco en décadas-, reavivaron las denuncias y protestas de su autor. Asesinatos sin culpables en Irak en 2007, la petición de libertad para Julian Assange, igualdad de derechos para palestinos, yemenies, indígenas, trans…y mensajes como “fuck antisemitismo (justo de lo que ha sido acusado varias veces), fuck patriarcado, fuck drones, fuck bombing weddings, fuck ocupaciones…”, “no puedes ocupar y tener derechos humanos”…

Y de nuevo recordó a Bob Dylan en su forma de cantar.

Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Kate Izor

Uno de los momentos esperados finalmente llegó con el sonido de las cajas registradoras que anunciaban “Money”. Era el segmento dedicado a The Dark Side of The Moon (1973), que 50 años después ha decidido regrabar.

Waters se colgó el bajo Fender y cedió la voz principal a su banda. Así, Wilson asumió la voz en “Money”, cuya letra suena a paradoja 50 años después. Una vez más, Blake se lució en el saxo.

Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Kate Izor

Desafortunadamente, Roger ha decidido darle una nueva connotación a “Us and Them”, “Any Colour You Like”, “Brain Damage” y “Eclipse”, sumando imágenes de mujeres y niños en vertederos de basura, mensajes anti-Trump y pro Black Lives Matter, así como un mosaico de rostros anónimos. Musicalmente las piezas siguen conservando su magia y el performance fue impecable, aunque Waters se encargue de seguir dándonos la lata con sus obsesiones y visiones.

Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Kate Izor
Roger Waters This is Not a Drill Tour
Foto: Kate Izor

Two Suns in the Sunset”, el último tema de The Final Cut (1983), y por tanto lo último de Waters con Pink Floyd, fue escogida debido a la actualidad del tema que aborda: las armas nucleares.  Fue el único momento en el que aparece alguna mención tangencial a Putin.

Y como bonus final, con la banda ya en camerinos tocando en acústico, nos ofrendó “Outside the Wall”, colofón para un show inolvidable solo empañado por la sobreactuación de Roger Waters en el papel del gran rockero redentor.

Si es o no la despedida de los escenarios está aun por verse. Roger Waters aun tiene arrestos físicos para seguir un rato más.

Juan Carlos Ballesta