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Syd Barrett: el diamante loco que dio brillo a Pink Floyd

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El 7 de julio de 2006 el talentoso y mítico fundador de Pink Floyd pasó a otra dimensión, no tan lejana a la que había habitado durante los 35 años previos. Analizamos su legado.


Desde su necesario y doloroso retiro de Pink Floyd en abril de 1968, mucho se ha disertado sobre Roger Keith (Syd) Barrett, una de las figuras más carismáticas y talentosas que haya parido el rock británico. Su leyenda nunca ha cesado de crecer. Mucho más a partir de su muerte física, por un cáncer pancreático, el 7 de julio de 2006, a los 60 años. 

Juan Carlos Ballesta

En 1971, hace 50 años, ya Syd había desaparecido virtualmente de la vida pública. Ese año concedió su última entrevista en condiciones de relativa cordura y desde entonces la imagen iconográfica que quedó registrada para la historia fue la de un apuesto joven de 21 años, cuando era el líder de Pink Floyd, la banda que creó en 1966.

La ecuación parecía ser sencilla y evidente: No Barrett = No Pink Floyd.

La historia demostró que sus compañeros eran capaces de continuar sin él, algo que en 1967 nadie podría imaginar viendo el liderazgo de Syd, quien componía todo, cantaba, tocaba guitarra y llevaba el timón sobre los escenarios.

En un ejercicio de abstracción podríamos imaginar que hubiera pasado con Jethro Tull si Ian Anderson se retirara después del primer disco, This Was (1968) o Robert Fripp luego de In The Court of Crimson King (1969). Los casos de éxito son pocos, y salta a la mente Depeche Mode, cuyo líder Vince Clarke abandonó el grupo después del debut Speak and Spell (1981).




Sin duda, el de Syd Barrett es un caso tan apasionante como triste. Su ascenso al olimpo del rock fue tan rápido como su desaparición. En octubre de 1966 ya demostraba que su creatividad estaba por encima de la mayoría, con unas ideas que revolucionarían para siempre la música pop.

Los inusuales shows de luces, aventurados riffs de guitarras, el uso de novedosos recursos, alocadas atmósferas instrumentales, textos alucinados y sobre todo su actitud al frente del grupo, fueron un desafío en 1967, el año del Verano del Amor, la psicodelia y Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band.

Syd era impredecible, y eso fue lo que aupó su popularidad pero terminó siendo su epitafio. Su trabajo en aquel primer Pink Floyd no tiene parangón para un guitarrista y vocalista de rock, y quizá solo Jimi Hendrix pudo alcanzar esas cotas  de expresividad. Barrett no copiaba nada, no utilizaba riffs conocidos como hacían otros famosos guitarristas de la época como Eric Clapton, Jeff Beck, Jimmy Page o Keith Richards.

Lo suyo eran los extremos, tanto en su fiereza con el wah-wah y clímax insospechados, como en su forma de cantar en las que mezclaba extrañas narraciones siniestras y psicodélicas, como pasajes de cuentos infantiles. Sin duda, fue un innovador. Si alguien amplió prematuramente las fronteras del rock, ese fue Syd.

La participación en “24 Hour Technicolor Dream”, el mayor happening de la historia, con 40 grupos, bailarines, luces de colores, grandes pantallas y una vasta concurrencia al Alexandra Palace en Londres, que incluía a la flor y nata del pop, fue la consagración de Pink Floyd como la banda psicodélica por excelencia.

Aquella noche Barrett conmocionó a la audiencia con sus endemoniados efectos de guitarra y su magnética voz. Era un visionario. Antes de ello ya el famoso local UFO había sido testigo de la arriesgada puesta en escena y el aventurado sonido que puso a Pink Floyd en el centro del underground londinense en los alocados tiempos del “Swinging London”

The Pink Floyd Exhibition
Foto de Juan Carlos Ballesta en The Pink Floyd Exhibition: Their Mortal Remains. Madrid, 2019. Equipamiento de Syd Barrett en 1967. Reportaje: https://revistaladosis.com/pink-floyd-exhibition-madrid-critica
The Pink Floyd Exhibition
Foto de Juan Carlos Ballesta en The Pink Floyd Exhibition: Their Mortal Remains. Madrid, 2019. Detalle del equipamiento de Syd Barrett en 1967. Reportaje: https://revistaladosis.com/pink-floyd-exhibition-madrid-critica

The Pink Floyd Exhibition

Tras la aparición de los primeros sencillos, “Arnold Layne” (marzo 10, 1967) y “See Emily Play” (junio 16, 1967), el cuarteto que completaban Roger Waters (bajo, voz), Richard Wight (teclados, voz) y Nick Mason (batería), sembraba la semilla de lo que estaba pronto por germinar.




El pico de la psicodelia y único disco de Syd Barrett con Pink Floyd

El 5 de agosto de 1967 fue editado The Piper at The Gates of Dawn, un disco que aún hoy suena arriesgado y vital, sin duda el punto álgido de la psicodelia, con temas absolutamente alucinógenos como “Astronomy Domine” o “Interstellar Overdrive”, convertidas en el centro del repertorio de aquella etapa, muchas veces extendidas en directo con improvisaciones que iban acompañadas de juegos de luces y proyecciones psicodélicas.

Aquel disco incluía también temas a medio camino entre el pop hipnótico, lúdico y siniestro como “The Scarecrow”, “The Gnome”, “Chapter 24”, “Power R. Toc H.”,  o “Matilda Mother

Pero también el álbum contiene temazos como “Lucifer Sam” y su aire cinematográfico, la frenética “Take Up Thy Stethoscope and Run”-el único tema que no compuso Barrett (en este caso Waters) y que sirve para que Syd y Rick den rienda suelta a sus demonios- y el bizarro pop barroco de “Flaming” y “Bike” -cuya parte final presagiaba los experimentos con cintas de Ummagumma.




Para entonces, Syd se acercaba al punto de inflexión. El abuso con el LSD lo condujeron a un camino sin retorno que terminó de apartarlo de PF y del mundo.

Siempre se especuló -quizá porque nunca hubo estudios clínicos que lo avalaran o no- que padecía esquizofrenia. Syd podía ser alegre, amistoso y extrovertido, para de repente mostrarse deprimido y socialmente retraído. Con cada vez mayor frecuencia experimentaba alucinaciones, habla desorganizada, pérdida de memoria, cambios de humor intensos y períodos de catatonia.

Aunque los cambios comenzaron gradualmente, desapareció durante un fin de semana largo y, según varios amigos, incluido Wright, regresó “como una persona completamente diferente”.

Pink Floyd 1968
Pink Floyd en su breve etapa como quinteto a comienzos de 1968.

Los problemas comenzaron a revestir gravedad sobre los escenarios. Barrett parecía ausente y pasaba parte de algunos conciertos tocando un solo acorde. Durante “Interstellar Overdrive” en un show en el Fillmore West en San Francisco, comenzó a desafinar su guitarra ante la consternación de sus compañeros, algo que la audiencia percibía como parte de los ya conocidos performances alocados de Syd.

Más graves y notables fueron las entrevistas que a finales de 1967 durante aquella mini gira estadounidense mostraron a un Syd monosílabo o ausente, muy distintas a las ofrecidas a comienzos de aquel año.

En noviembre de 1967, en varios conciertos de la gira británica, Barrett fue sustituido por David O’List, para entonces guitarrista de The Nice, el grupo liderado por Keith Emerson

La breve e inacabada etapa solista de Syd Barrett

Gracias principalmente a David Gilmour -su amigo de infancia y sustituto-, con ayuda de Roger Waters en el primer disco y Richard Wright en el segundo, así como miembros de Soft Machine, Barrett tuvo arrestos para grabar sus últimas joyas incluidas en The Madcap Laughs -grabado en varios meses de 1969- y Barrett -registrado entre febrero y julio de 1970. Hubo otros temas que no aparecieron en esos discos y luego fueron incluidos en Opel (1988)

Pero ya era tarde para pulir el diamante.

Sin embargo, el gesto de sus compañeros al menos aseguró que Syd recibiera dinero por derechos de autor y con ello ayudar a su manutención en el tiempo que seguiría.

Paradójicamente, a pesar que The Piper at The Gates Of Dawn es una obra capital de la discografía floydiana, durante décadas solo una minoría mantenía en su colección esa obra surgida de la indomable creatividad de Syd, mientras millones de personas alrededor del mundo poseían The Dark Side of The Moon (1973) o The Wall (1979).

Syd Barrett 1968

La presencia de Syd ha orbitado siempre sobre sus ex-compañeros (Waters, Gilmour, Wright y Mason), quienes le dedicaron aquel inmortal Wish You Were Here (1975), quizás el álbum más completo y emotivo del cuarteto. Durante aquellas sesiones de grabación, un fantasmal y casi irreconocible Syd apareció en los estudios ante la sorpresa de todos. Igual que apareció, desapareció.




Recientemente Nick Mason decidió formar un grupo (Nick Mason’s Saucerful of Secrets) para revisar el legado de los primeros tiempos de Pink Floyd, donde obviamente tiene lugar preferente el sonido creado por Syd.

“Remember when you were young / You shone like the sun / Shine on you crazy diamond / Now there’s a look in your eyes / Like black holes in the sky / Shine on you crazy diamond”

Más de 50 años después de su efímero pero trascendental período como músico, aún se siente a Syd Barrett como el alma detrás de Pink Floyd. Así es el tamaño de su legado.

Su influencia en incontables músicos y grupos es notable, entre los cuales están David Bowie, Daevid Allen (Gong), Kevin Ayers, Marc Bolan, Robyn Hitchcock, Damon Albarn, Julian Cope, Genesis P-Orridge, XTC (Andy Partridge y Colin Moulging), The Flaming Lips, Jeff Buckley, Elliott Smith, Animal Collective, Devendra Banhart y muchos más.

Syd siempre estará cerca. El diamante, aun sin haber llegado a pulirse, brilla eternamente. Pink Floyd, uno de los capítulos fundamentales de la música de nuestro tiempo, simplemente no existiría sin el arrojo y talento de Syd Barrett.



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