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Revolver: la sorprendente revolución en el sonido de The Beatles

The Beatles
Diseño de arte. Klaus Voorman

El 5 de agosto de 1966 se publicó el séptimo álbum del cuarteto de Liverpool, con el cual revolucionaron el universo de la música pop

The Beatles
Revolver

Parlophone. 1966. Inglaterra

 
En apenas 8 años The Beatles protagonizó la más grande revolución musical de la historia. En 1966, cuando ya era la más famosa banda del mundo, abandonó los escenarios y los cuatro integrantes junto a su productor se encerraron en los estudios Abbey Road.

El 5 de agosto hizo su aparición el revolucionario Revolver, el disco que cambió la música pop para siempre y el que para muchos es el mejor álbum de todos los tiempos.

Pocos años han sido tan definitivos para la historia de la música pop como 1966. En ese año Revolver cambió el curso de la música. Entre las varias razones que convirtieron aquellos 12 meses en decisivos, está la aparición de algunas novedosas herramientas tecnológicas que abrieron la mente de muchos músicos y expandieron las posibilidades de creación.

No había muchas reglas escritas, casi todo estaba por inventarse. Atrás comenzaba a quedar la ingenuidad de decenas de grupos y cantantes de éxito. La Beatlemania entraba en otra fase.




Si bien aquel año fue testigo del surgimiento de emblemáticas bandas como The Doors y Jefferson Airplane y de la explosión de Jimi Hendrix en Londres, la ruptura provino de tres de las bandas más populares del momento.

The Beach Boys lanzó Pet Sounds, su más prístino e influyente álbum y The Rolling Stones sorprendió con el temazo “Paint it Black” y Aftermath, el primer disco con material únicamente compuesto por Jagger y Richards, que incluía una canción de 11 minutos.

Pero el gran punto de inflexión lo provocó The Beatles, que ya para la época era el más famoso grupo del que se tuviera conocimiento. Revolver -su séptimo LP- produjo un cisma, un antes y un después en el universo pop, en medio de vertiginosos cambios en la vida musical y mediática de los cuatro de Liverpool: John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr.

Revolver: El disco que cambió la historia

Aquel enero de 1966 había comenzado con el LP Rubber Soul (1965) y el nuevo single “We Can Work it Out” en lo más alto de las carteleras de Estados Unidos. El manager Brian Eipstein afinaba los detalles de la gira que iniciarían en marzo por Norteamérica, Europa, Japón y otros países asiáticos, la cual resultaría ser la última de su carrera.

El 4 de marzo el periódico The London Evening Standard publicó una entrevista en la cual Lennon aseguraba que ellos eran más famosos que Jesuscristo, una afirmación que llevó a miles de norteamericanos conservadores a organizar hogueras públicas con sus vinilos. Meses después el propio Lennon suavizaría su declaración, pero ya era tarde para resarcirse de unas palabras que en el fondo eran ciertas para la mayoría joven del planeta.

En medio de los múltiples compromisos, el grupo comienza a darle cuerpo a Revolver en abril, junto al productor y visionario George Martin, una figura clave en la carrera del cuarteto. Todo cambiaría en el transcurso de unos pocos meses.

La edición de Revolver dio inicio a los fértiles años de estudio, un período lleno de grandes canciones que han superado con creces la prueba del tiempo.




A partir de 1966 The Beatles se transformó en el eje de la contracultura pop. Aunque habían pasado cuatro años desde “Love me Do”-el primer single- en términos musicales transcurrieron años luz.

En “Norwegian Wood” de Rubber Soul, George Harrison había introducido la citara, el primer intento por expandir el sonido beatle. Su cercanía con la música clásica india fue el elemento iniciador, el primer ladrillo en la pared que los llevó de ser un grupo de canciones limpias y melódicas a uno de características impredecibles y sorprendentes.

Ninguna banda en la historia del rock ha cambiado tanto y producido tal cantidad de música memorable en tan poco tiempo.

Aunque era Lennon el que había asistido a la escuela de arte de Liverpool, fue Paul el que inicialmente mostró más interés por ese mundo. McCartney leía poesía y era asiduo visitante de librerías y galerías de arte.

A través de su amistad con Barry Miles -su posterior biógrafo y dueño para la época de Indica Books e Indica Art Gallery en Londres- fue atraído por los experimentos sonoros de John Cage, Kart-Heinz Stockhausen, Albert Ayler, el free-jazz de Ornette Coleman y la literatura de Allen Ginsberg, William Burroughs y Alfred Jarry.

Con infinidad de ideas en mente, decidió equipar un pequeño estudio casero en el antiguo apartamento de Ringo Starr.

Ian Sommerville, el responsable de las cintas sonoras de Burroughs y el inventor del Dreamachine que el pintor Brion Gysin trató de mercadear sin éxito, fue quien orientó a Paul para operar las cintas.

Armado con dos máquinas Revox A77, un par de cornetas, dos grabadores Brenel, un pequeño mezclador y una serie de micrófonos y parales, Paul comenzó a generar las primeras compilaciones de cintas con voces provenientes de diferentes fuentes (Beethoven, Ayler, Ravi Shankar, Nat King Cole).

Luego siguieron los loops (sonidos que se repiten sin fin) de guitarra y bongos. Grabadas cada una en diferentes velocidades las guitarras podían sonar como violines o incluso como aves. Era un trabajo artesanal que hoy día puede parecer arcaico, pero que sentó las bases de la experimentación en el mundo pop e incluso -sin proponerlo- impuso el famoso sonido psicodélico de cintas reproducidas al revés.

En paralelo, el LSD había llegado de forma tímida, primero Harrison, luego el resto. El LSD en principio se usaba legalmente con fines medicinales, pero su extensivo uso con fines hedonistas- muchas veces fatales- aceleró su prohibición.

Lennon había quedado maravillado con The Psychedelic Experience, la versión psicodélica que el Dr. Timothy Leary había hecho del Libro Tibetano de la Muerte. En la página 14 de la introducción se leía: “Apaga tu mente/ relájate/flota y déjate llevar/ No temas, déjate envolver/ Disfrútalo/ Es parte de ti y tu eres parte de él/ Recuerda: Más allá del inquieto flujo de la electricidad de la vida está la verdadera realidad – The Void (El Vacio)”.

Claras instrucciones de Leary para un buen viaje alucinógeno.

Las 14 canciones de Revolver

Los cuatro Beatles entraron a los estudios Abbey Road el 6 de abril de aquel 1966, con George Martin al mando y el joven ingeniero Geoff Emerick en la consola. “The Void” fue la primera canción escogida para Revolver, que luego se transformó en “Tomorrow Never Knows”, el primer gran himno de la psicodelia y la perfecta vitrina para plasmar los experimentos con cintas de Paul.

La batería de Ringo, tratada con ecos y compresión, fue la base sobre la que se construyó una pieza de psicodélico minimalismo. No hubo solo de guitarra, sino un “tape solo” que Paul había creado durante muchas horas y cargado en bolsas de supermercado como un inmenso spaghetti de cintas. La voz de Lennon fue igualmente tratada hasta sonar como nunca antes.

Las sesiones se prolongaron durante tres meses, mientras, de forma milagrosa, cumplían con sus obligaciones contractuales, muchas de las cuales poco tenían que ver con la verdadera dirección que el grupo había tomado.

La brecha entre Rubber Soul y Revolver fue llenada por un magnifico sencillo que incluyó “Paperback Writer” y “Rain”, ambas grabadas en las sesiones de Revolver, al cual pudieron perfectamente pertenecer si las premisas de duración de los LPs hubieran sido otras.




El catálogo de canciones era amplio y ecléctico. El ponzoñoso ritmo de “Taxman”, descubrió por fin el inmenso talento que atesoraba Harrison. Aquí el solo de guitarra de McCartney al estilo indio fue clave.

Otras dos de sus creaciones tuvieron rol importante: “I Want To Tell You” y “Love You To”, la primera de sus piezas ejecutada con músicos de India.

El inquieto McCartney contribuyó con memorables composiciones: la inmortal y cristalina “Eleanor Rigby”, con octeto de cuerdas; la balada “Here, There and Everywhere”, quizás el único ancla con el pasado reciente; “Good Day Sunshine”, con piano ragtime y un final lleno de voces filtradas; la exquisita “For No One” y el acercamiento al soul de Motown con “Got to Get You Into My Life”.

Por su parte, el aporte de Lennon se tradujo en las lisérgicas “I’m Only Sleeping” y “She Said She Said», la contagiosa “Dr. Robert” y “And Your Bird Can Sing”, dos minutos de gloriosas armonías vocales.

Mención aparte merece “Yellow Submarine”, el tema que inspiraría la película de dibujos animados. Cantada por Ringo, su aire ingenuo, alegre y al mismo tiempo psicodélico la convirtieron desde entonces en una de las canciones preferidas de los niños y una fija del repertorio de Starr.

Al ser publicado Revolver, Paul McCartney declaró: “Ganaremos nuevos fans y perderemos otros”.

El fin de los conciertos

Entre los compromisos que The Beatles había contraído con anterioridad a la grabación de Revolver estaban los conciertos, una faceta que cada vez les agradaba menos. En 1966 todavía era técnicamente imposible reproducir en un escenario las múltiples pistas de voces, guitarras, la citara y otros instrumentos, así como las cintas.

The Beatles era una banda que llenaba estadios, pero en ocasiones ni ellos podían escuchar bien lo que ocurría en tarima, dado el ensordecedor estruendo de la multitud. Sus shows eran una exhibición de histeria y operativos de seguridad y cada vez tenían menos que ver con la música.

Las imágenes del concierto en el Shea Stadium de Nueva York quedaron desde entonces registradas en el inconsciente colectivo como uno de los momentos más enloquecidos de la beatlemania.

La precaria amplificación hacia el público (mucho menor que la que hoy se usa en cualquier local nocturno) y el inadecuado monitoreo existente provocaban desesperación y desencanto. El más sufrido era Ringo Starr que debía controlar los golpes a la batería para poder escuchar a sus compañeros y no perder el tempo.

Lennon, McCartney, Harrison y Starr apuntaban mucho más lejos. El 29 de agosto, 24 días después de la edición de Revolver, el cuarteto realizó su último concierto en el Candlestick Park de San Francisco y ninguna canción del disco fue interpretada.

La última aparición tocando en público ocurrió de forma sorpresiva en la azotea del edificio de Apple Records, el 30 de enero de 1969. Pero esa es otra historia.

The Beatles
Último concierto de la gira de 1966 y fin de los Tours de The Beatles.

El arte de portada de Revolver

Pocas portadas son más llamativas que la de Revolver. En el caso de The Beatles, quizás la de Sgt Pepper Lonely Hearts Club Band (1967) o Abbey Road (1969) sean más famosas, pero el collage concebido por el alemán Klaus Voormann posee un especial atractivo.

Voormann era amigo desde los difíciles tiempos en Hamburgo, previos a la fama, y había sido presentado en el Swinging London como el nuevo bajista de la agrupación Manfred Mann.

Klaus decidió utilizar una composición circular de fotos realizada por Robert Whitaker -nunca utilizada-, junto a fotos de anteriores LPs y dibujos de trazo fino de los rostros de los cuatro beatles hechos por él mismo.




Klaus declaró a la revista Mojo: “Hice los dibujos primero y luego monté las fotos. Los pinté de memoria, pero George se me hizo difícil y decidí acudir a fotos de periódicos, recorté los ojos y los pegué. Al terminar el collage me dirigí temeroso a una oficina donde me esperaban George Martin, Brian Eipstein y los cuatro beatles».

Tras un largo silencio Paul exclamó ‘¡Oh, ese soy yo sentado en la poceta, es genial!’” mientras Martin abogaba por eliminarlo. John, Ringo y George  lucían encantados y entonces Brian remató diciendo: “Es lo que queríamos, creo que el álbum y la portada funcionarán muy bien”.

La escogencia del blanco y negro por primera vez desde With The Beatles (1963), produjo un bizarro efecto psicodélico, alejado del extensivo uso de colores tan propio del momento. Voormann incluyó una pequeña imagen suya junto a su firma, siendo la primera persona fuera de ellos cuatro en aparecer en una portada.

Revolver recibió el premio a la mejor portada en la 9ª. Edición de los Premios Grammy en 1967.




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