El cuarto disco del cuarteto de Los Angeles fue editado en julio de 1969 no exento de polémica por el inesperado uso de arreglos de cuerdas y metales
The Doors
The Soft Parade
Elektra. 1969. EE UU
La cuarta placa discográfica de The Doors, tal vez sea la obra más controversial del cuarteto californiano formado en 1965 por el vocalista Jim Morrison (†), el teclista Ray Manzarek (†), el guitarrista Robby Krieger y el baterista John Densmore.
En poco más de treinta minutos, el grupo nos sorprende con la incorporación de la Orquesta Filarmónica de los Ángeles, un Jim Morrison menos involucrado con el estudio, la participación de casi una decena de músicos adicionales y una mezcla de elementos de blues, jazz fusión, rock psicodélico e incluso pasajes de aires barrocos.
El título, que pudiera aludir a un tipo de cerveza o brebaje de frutas cítricas como si de una sangría se tratara, evoca esa mezcolanza que el grupo procuraba en este viaje para mantenerse en el tope de la popularidad en tiempos donde la experimentación estaba en boga con icónicas obras como Electric Ladyland de Jimi Hendrix y The Beatles ( White Album) ambas lanzadas poco menos de un año antes.
Bajo la producción de Paul Rothchild (Janis Joplin, The Paul Butterfield Blues Band) y la ingeniería de Bruce Botnick, The Soft Parade nos recibe con la imagen del cuarteto posando sobre un fondo azul oscuro, captada por el lente de la cámara del fotógrafo Joel Lee Brodsky (†), quien en vida aglutinó más de 400 portadas de álbumes incluyendo la del segundo Lp de The Doors, Strange Days de 1967.
The Soft Parade ya tenía el gran reto de superar a su antecesor Waiting For The Sun que un año antes acaparaba la atención con “Hello, I Love You”. Este cuarto episodio de los californianos inicia con la composición de Krieger “Tell All The People”, canción que comienza con un ensamble de metales con arreglos de Paul Harris y que representa una de las cuatro que conforman el set de sencillos de esta obra.
Destaca el piano de Manzarek y la voz de Morrison en esta melodiosa pieza que según las lenguas negras no fue del agrado de Morrison. Robby hace un sencillo solo y Jim nos cuenta: “Dile a toda la gente que veas, sígueme, sígueme, libéralos, sígueme” La pieza, simple en estructura, destaca por la presencia de los metales a todo lo largo, inyectándole así una ligera dosis de jazz.
La segunda pieza es el hit “Touch Me” en la que John Densmore nos atrapa con sus tambores y Ray Manzarek con el órgano para luego añadir un tinte barroco incorporando el clavicordio. Destacan, además, las cuerdas de la orquesta y el excelente solo que hace el californiano saxofonista tenor de jazz Curtis Amy.
Morrison nos canta: “Sí, ven, ven y ahora tócame nena, ¿Ves que no tengo miedo? ¿Cuál fue la promesa que hiciste?¿Por qué no me cuentas lo que ella dijo” Krieger es acreditado una vez más como creador de esta canción. En esos días de gloria, Morrison parecía estar más enfocado en su obra poética.
La atractiva y enigmática “Shaman’s Blues”, aunque es una de las pocas compuestas únicamente por Morrison, da amplia oportunidad a Krieger y a Manzarek, mientras nos dice que “No habrá otra como tú, otra que puede hacer lo que tú haces…” “¿Darás otra oportunidad, lo intentarás? Por favor detente y recuerda, que después de todo estuvimos juntos”.
Manzarek y Krieger son el soporte de la magia de Morrison, cuya poesía siempre está abierta a una interpretación espiritual.
Con una carcajada, Morrison nos recibe en “Do It” (Hazlo). En su clamor nos dice de forma reiterada: “Escucha a los niños, escucha a los niños”. La pieza es la menos consistente del álbum.
Ésta es seguida de “Easy Rider” donde The Doors coquetea más con el country. Morrison abandona el predio espiritual para acciones más carnales en un verso que lo dice todo, “La máscara que llevabas, mis dedos explorarían, disfraz de control, la excitación pronto se despliega”
Acá escuchamos a Densmore dando unas palmadas. Douglass Lubhan es responsable del bajo en este tema que culmina con cierto esoterismo el lado A de nuestro celebrado LP.
Abriendo el lado B está “Wild Child” compuesta, al igual que la anterior, por Jim Morrison. En este “niño silvestre” nos dice Jim en el coro: “Niño silvestre lleno de gracia, salvador de la raza humana, tu agradable rostro” , un blues al mejor estilo de The Doors con el órgano de Ray Manzarek al fondo. Krieger también se luce en este tema.
Luego Robby nos presenta otra composición suya en “Runin’ Blue”, donde canta junto a Morrison además de tocar la guitarra. Esta canción de Krieger es más tendiente al bluegrass con Jimmy Buchanan en el violín.
Krieger, quien pareciera emular el estilo de Bob Dylan, es apoyado por los metales y la mandolina de Jesse McReynolds. Jim nos cuenta en este breve homenaje a Otis Redding:“Pobre Otis ha muerto, déjame aquí para cantar su canción, linda niñita de vestido rojo, pobre Otis ha muerto”
La penúltima pieza es “Wishful, Sinful”, otra breve composición de Krieger de cierto aire románticoa. Cuerdas, flauta y metales dan los matices clásicos entre los cuales Jim Morrison nos canta sobre esta “deseosa pecaminosa” “deseosa pecaminosa, nuestro amor es hermoso para ver, se donde me gustaría estar, justo de donde vine”.
Y finalmente el tema título, “The Soft Parade”. Con poco más de ocho minutos y medio, esta composición de Morrison comienza con Jim diciendo: “Cuando estaba en el seminario, había una persona allí que propuso que podías pedir al Señor con una oración, pedir al señor con una oración, no puedes pedir al Señor con una oración”.
En este tema, Morrison pareciera un predicador dando un sermón. Luego de 35 segundos entra la parte musical con una ruptura total respecto al resto del álbum. Es, en cierto modo, una especie de suite que inicia con la parte hablada o “Petition The Lord With A Prayer” y luego le sigue “Sanctuary”, donde Jim alude a los arrestos en Miami y New Havens.
La dinámica de la canción va evolucionando con la incorporación de diversos motivos y donde destaca el clavicordio de Ray. También está el juego vocal y el reflejo de las raíces sureñas del cantante. Hay una cierta evidencia de lo que Morrison hizo en “The End” y “When The Music Is Over”, ambas con una parte instrumental más sólida.
The Soft Parade representa un interesante giro en la carrera del cuarteto, aunque no entendido por todos y quizá en perspectiva una rareza dentro de la discografía. Fue, sin embargo, un hito dentro de la movida musical de la época con un Morrison más seguro de sí mismo y, aunque no alejado de la banda, más proclive a trazar la línea de los elementos que definían sus composiciones en contraposición con las de Krieger.
Música y poesía se afianzaban al mismo tiempo que Morrison se adentraba en una nota más esotérica cargada de un gran simbolismo.
Este sería el primer álbum donde comenzaba a desmoronarse el concepto grupal de los discos anteriores. The Doors era para entonces una de las bandas de rock más populares de Estados Unidos que ya evidenciaba algunas grietas en el pavimento.
No obstante esa aparente fragilidad se escondería en las interesantes producciones que siguieron a este álbum. Eran tiempos de cambios radicales en las artes y la política.
Leonardo Bigott
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