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Spiritchaser: el último ritual del siglo 20 de Dead Can Dance

Dead Can Dance Spiritchaser

El 3 de junio de 1996 el dúo australiano publicó su fantástico séptimo álbum, con el cual se despidieron en grande del siglo 20

Dead Can Dance
Spiritchaser

4AD / Warner. 1996. Australia

El séptimo disco del dúo comandado por Lisa Gerrard y Brenda Perry supuso el cierre de un ciclo de altísimo nivel de creatividad, continuo enriquecimiento de su propuesta y gran influencia para muchos músicos del mundo. Tendrían que pasar 16 años para la aparición de Anasthasis (2012).

Dead Can Dance había comenzado como un grupo de darkwave ligado con el ala más dark y siniestro del post punk con aquel primer álbum de 1984, hasta llegar a Spiritchaser como un grupo inspirado por la música étnica de varias partes del mundo (India, Medio Oriente y Latinoamérica), con elementos chamánicos y espirituales.

Tras el monumental Into the Labyrinth (1993) y el profundo disco en vivo Toward the Within (1994), el camino lucía complicado para un nuevo trabajo que no decepcionara.




Aunque era difícil complacer a los fans, unos más amantes de la primera época, algunos del período renacentista de Aion (1990) y otros del etnicismo místico de Into the Labyrinth, la llegada de Spiritchaser, como era de esperarse, complació a la mayoría y decepcionó a los menos.

La fotografía de Kevin Westenberg con diseño de Chris Bigg es la llamativa puerta de entrada al universo de Spiritchaser, disco grabado en Quivvy Church, la iglesia en Irlanda construida en 1855 que Perry compró en 1993 para convertirla en estudio de grabación. Nada mejor para capturar el espíritu de la música de Dead Can Dance.

Ocho temas de distinta duración, llenos de detalles y cuidados arreglos, componen Spiritchaser, comenzando con “Nierika”, tema que sienta las bases gracias a la participación de Robert Perry, Lance Hogan, Peter Ulrich y Rónán Ó Snofaigh en las percusiones.

Gerrard y Perry comparten el rol vocal de manera magistral, mientras el espíritu tribal se apodera de nosotros.




La pieza más larga es “Song of the Stars”, y de nuevo el espíritu tribal y chamánico aflora, pero con un distinto manejo del componente vocal, con Perry en plan cronista en la primera parte.

Mientras la percusión se mantiene invariable, la voz da paso a una delicada guitarra y al sonido que emula a un pájaro de la selva. No hay duda que es una pieza que evoca a los espíritus, y que podría recordar a las danzas de mayas y otras civilizaciones precolombinas en México.

Luego surge “Indus”, una pieza tan sensual como misteriosa, con la solemne interpretación vocal de Gerrard y la participación de Renaud Pion en el clarinete turco.

Es notable la inclusión de la mística melodía compuesta por George Harrison en “Within You, Without You” de Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band (1967)

Sin duda, Perry es el responsable de introducir una especie de bolero-son en “Song of the Dispossessed”, en la que se mezcla una cierta euforia con melancolía, una mezcla que da un satisfactorio resultado.

La canción se funde con el corto instrumental “Dedicacé Outò”, que sirve de puente con “The Snake and the Moon”, uno de los momentos álgidos del disco y en el que vuelven los percusionistas del primer tema.

La guitarra vuelve a lucirse, como contrapeso tímbrico de las voces de Gerrard y Perry, que se distribuyen el liderazgo a partes iguales.




Como si de un ritual iniciático se tratara, se desarrolla “Song of the Nile”, con las sosegadas armonías vocales de ambos y un gentil manejo percusivo e instrumental, con una especie de cameo en el tramo final del yangqin que Gerrard introdujo en Into the Labyrinth

El álbum cierra con “Devorzhum”, un tema de atmósfera devocional, vínculo con discos anteriores en que Gerrard nos hipnotiza irremediablemente.

Con cada nueva audición de Spiritchaser crece su encanto e hipnotismo. Un cuarto de siglo ha cumplido y su salud está como si hubiera nacido hoy. Una maravilla.

Juan Carlos Ballesta