Con un nuevo disco recién publicado del cual solo sonó una canción, la resucitada banda inglesa al mando de Ian Anderson prefirió revisitar los «años prog»
Jethro Tull
Concierto en Teatro Circo Price, Madrid
(Marzo 16, 2022)
En 2009 parecía que la continuidad de Jethro Tull llegaba a su fin. El fantástico flautista y cerebro Ian Anderson había tomado la decisión de cesar sus actividades y continuar grabando y presentándose con su nombre.
El guitarrista Martin Barre -el más longevo integrante después de Anderson- lo asumió y creo su propio proyecto. En ambos casos la discografía de la banda siguió siendo la columna vertebral de los conciertos.
Pero, tal como se desarrolló la carrera de Anderson en la que resucitó la historia del personaje ficticio Gerald Bostock que protagonizó Thick as a Brick, era cuestión de tiempo para que el grupo volviera a activarse ya que el repertorio en directo seguía apuntalado por las canciones del grupo.
Anderson pasó de presentarse con su nombre -y de insistir en que era lo mejor- a denominarse con el nada sutil apelativo de Ian Anderson’s Jethro Tull, hasta finalmente retomar “la marca” -su marca en realidad- que creó en 1967 y que obviamente tiene un peso muy grande. Eso si, sin su escudero por varias décadas, Martin Barre.
Lo que ha resultado extraño es que después de 11 años sin salir de gira con el nombre Jethro Tull y de publicar en enero de 2022 el primer disco de estudio en casi 20 años, Anderson haya optado por volver al ruedo con el mismo leit motiv ideado en 2020, gira que debió ser pospuesta por la pandemia: The Prog Years.
El álbum nuevo The Zealot Gene no solo es el primer disco completo de material original desde 1999, sino que es un estupendo retorno a la forma. Tomando en cuenta que además las composiciones están ideadas para las actuales limitaciones vocales de Anderson, apenas el tema título tuvo presencia en el concierto, desestimando todo lo demás en favor de una representación de canciones de distintos discos y varias épocas -no todas de los llamados “años prog”, que corresponde a los años 70-.
La actual encarnación de Jethro Tull la completan músicos ya conocidos: el teclista John O’Hara y el bajista David Goodier -quienes han estado con Anderson desde su disco Rupi´s Dance de 2003 y fueron también parte de JT en esos años que siguieron- el batería Scott Hammond -con Anderson desde 2012- y el recientemente incorporado guitarrista Joe Parrish, quien sustituyó a Florian Opahle.
Una serie de conocidos temas de Jethro Tull -entre ellos partes de A Passion Play-, “The Lamb Lies Down on Broadway” de Genesis, “I’ve Seen All Good People” de Yes, “America” de The Nice, “21st Century Schizoid Man” de King Crimson, auténticos representantes de “los años prog”, así como “The Enemy Inside” de Dream Theater, ambientaron el Circo Price mientras el público -mayoritariamente mayor de 40- llegaba y se ubicaba.
La conocida “Nothing is Easy” abrió fuegos y como suele ocurrir con grupos con tan dilatada historia un gran porcentaje de la audiencia mostró ser conocedora de la banda.
Fue la primera de dos canciones del segundo disco Stand Up (1969).
Aunque ya lo sabíamos, desde el primer minuto comenzó la sensación dicotómica que nos puso a sufrir por el lamentable estado de la voz de Anderson y en paralelo a disfrutar a plenitud del manejo de la flauta y su más que notable agilidad y elocuencia a los 74 años.
Aunque es bien sabido que sus capacidades vocales han ido en franca decadencia desde hace ya unos 25 años al menos, resulta un tanto difícil para los que conocemos el repertorio de Jethro Tull al detalle, el pleno disfrute.
A pesar de esa evidente limitación, la ejecución instrumental nos fue atrapando, así como el propio Anderson con sus movimientos de arlequín siniestro, su distintiva posición de equilibrista cruzando la pierna derecha mientras toca de forma magistral la flauta, el instrumento que ha distinguido a Jethro Tull por sobre casi todo el universo rock y la hace una banda única.
Siguieron con “Love Story”, un tema de la primera época que formó parte del compilado Living in the Past (1972), algo de agradecer ya que es poco habitual en conciertos.
Sobrevino entonces uno de los pasajes más esperados siempre, el largo extracto de la obra conceptual de 1972, Thick as a Brick, que Anderson comienza con la guitarra acústica y voz. Es por supuesto el momento antipático en el que comparamos a los actuales miembros de la banda con los que dieron mayor lustro a la puesta en escena y al sonido.

Foto: Nick Harrison
Si algo es muy meritorio para un músico es tener que aprenderse temas emblemáticos de alta complejidad mientras trata de demostrar su estilo y peso sin despegarse demasiado de la forma original que los fans conocen de sobra. Así, Hammond no es Barriemore Barlow porque su estilo tiene tintes jazzistas quizá como los de Clive Bunker, pero su trabajo es fenomenal aunque casi siempre luce comedido .
Parrish no tiene nada que envidiar a Barre, mientras que O’Hara y Goodier salen bastante bien parados de cualquier comparación con antiguos teclistas o bajistas, que nunca fueron especialmente notables, excepto Dave Pegg.

Foto: Nick Harrison

Foto: Nick Harrison

Foto: Nick Harrison

Foto: Nick Harrison
“Living in the Past” siempre es un tema bienvenido, y el tiempo lo ha reivindicado a tal punto que Jethro Tull bautiza esta gira con un nombre alusivo al pasado.

Foto: Nick Harrison
Una de las sorpresas fue “Hunt By Numbers”, aunténtico hard rock del disco J-Tull Dot Com (1999), muy presente en aquellas giras que inauguraban el nuevo siglo. Para Parrish fue una excelente carta de presentación.
Uno de los temas infaltables es “Bourrée in E Minor”, una composición de J.S. Bach que Anderson hizo suya en 1969 y que con el tiempo ha convertido en un “estándar”. Sirvió no solo para su lucimiento sino también para el de Goodier .
“Black Sunday” del transicional disco A (1980) volvió después de muchos años al repertorio y sirvió para que O’Hara desplegara su arsenal, parecido a las sonoridades que creó Eddie Jobson pero con sus variantes. La dinámica vocal de Anderson se vio seriamente comprometida respecto a la original, por ello la participación en varias estrofas de Parrish fue tan necesaria como adecuada.
El clasicazo “My God” de Aqualung (1971) -que según contó le trajo algunos problemas en Norteamérica-, cerró la primera parte del concierto. La canción sigue conservando su atractivo intacto desde que sorprendiera a la audiencia del Isle of Wight Festival de 1970. Anderson ahora casi la declama.
Tras 15 minutos de descanso, el grupo regresó y abrió con “Clasp”, del disco The Broadsword and the Beast (1982), otra con elementos hard rock. Parrish, sin tener una voz particularmente llamativa, sirvió de gran ayuda en esta pieza en la que la voz de Anderson parecía naufragar.
Momentos así claman por un cantante que ayude a Ian a no sufrir y dedicarse enteramente a lo que lo hace especial. Eso con mucha seguridad extendería aún mas la longevidad de la banda y su inmortal repertorio en directo.
Anderson presentó “Wicked Windows” -la segunda pieza escogida de J-Tull Dot Com- como una canción sobre un tipo peligroso, aprovechando a nombrar a Putin. Hasta ese momento las visuales habían pasado desapercibidas, pero las imágenes de muchos mandatarios a través de los años dándole la mano a Putin fueron reveladoras de la hipocresía y falta de visión. Desde ciertas posiciones laterales del Circo Price era imposible ver la pantalla completa.

Foto: Nick Harrison
Luego introdujo el tema que da nombre al nuevo disco, The Zealot Gene, diciendo que muchos creen que trata sobre Donald Trump y su manipulación de los medios, pero en realidad se refiere al tema de manera amplia. Las imágenes en este caso también fueron atractivas.
Tal como era previsible, fue de las que mejor cantó, aunque Parrish volvió a apoyarle de manera brillante.
Siguieron con otra adaptación instrumental, en este caso de “Pavane in F-Sharp Minor” del compositor francés Gabriel Fauré, que forma parte de The Christmas Album (2003).
Por primera vez en la segunda viajaron en el tiempo hasta “los años prog” para interpretar el fenomenal tema que da nombre a Songs from the Wood (1977) y que empezaron obviando las atractivas polifonías vocales que lo inician. Fue una versión descafeinada.
Quizá el arreglo mas impactante fue el que recibió “Aqualung”. Ya en la etapa solista previa, Anderson había incluido una especie de intro que desembocaba en la estructura conocida de la canción.
“Aqualung” -quizá la canción más conocida de Jethro Tull y que da nombre al disco de 1971– paradójicamente es de las pocas que no tiene flauta. La pieza fue literalmente descuartizada para introducir la flauta y para que a Anderson no se le haga tan difícil cantarla -objetivo no alcanzado. El resultado fue anticlimático. Sirvió como falsa despedida.
Al regresar al escenario abordaron “Locomotive Breath”, otro gran clásico ineludible que sirvió para que O’Hara se luciera y compensar con creces el desaguisado de la canción anterior compañera de disco.
Tal como ocurrió en la gira de Heavy Horses en 1978 y quedó registrado en el doble álbum Bursting Out, recuperaron la versión del instrumental “The Dambusters March” para despedir el show.
El balance del concierto -realizado en uno de los días con más calima de arena subsahariana que se recuerden en Madrid- fue positivo gracias al peso específico de la mayor parte del repertorio, pero la agónica voz de Anderson resulta un escollo cada vez más difícil de superar que nos lleva a refugiarnos en su flauta y adoptar una actitud piadosa ante uno de los más importantes personajes de la historia del rock.
Juan Carlos Ballesta
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