El 7 de agosto de 1990 fue publicado el quinto disco de la más exitosa e influyente banda de rock de Latinoamérica, considerado por muchos como el mejor
Soda Stereo
Canción animal
Columbia/Sony Music. 1990
Para el momento en que Soda Stereo afrontaba la grabación de su quinto disco, ya era el mayor fenómeno del rock en Latinoamérica.
El disco anterior, Doble vida (1988), producido por al puertorriqueño Carlos Alomar (guitarrista por muchos años de David Bowie), fue un disco tecnológicamente avanzado, grabado enteramente en Nueva York (el primero de un grupo argentino que se registraba totalmente fuera del país).
La presentación del disco los mantuvo tocando por Argentina casi todo el año1988 y los llevó de nuevo a México y otros países de la región. También fue la segunda banda latina (después del argentino Miguel Mateos) en agotar entradas en Estados Unidos (en The Palace de Los Ángeles, el 8 de diciembre de 1989).
El fenómeno Soda Stereo era ya de inmensas proporciones y la cifra de un millón de discos vendidos sonaba estrambótica para cualquier banda de rock latinoamericana.
Con estos precedentes no era fácil emprender un nuevo disco, lo cual a la luz del resultado, produjo una cierta ruptura con ese pasado inmediato para acometer la nueva década con una estética que dejaba atrás las influencias primarias que iban del ska de The Specials y Madness al new wave con influencias reggae de The Police o el art punk de Television.
Aquellas referencias se unieron las de grupos británicos más dark como The Cure o Echo & The Bunnymen, que se notaron no solo en el aspecto musical sino en la vestimenta, peinados y maquillaje durante toda la etapa ochentera que cubre los discos Soda Stereo (1984), Nada personal (1985), Signos (1986) y Doble Vida (1988).
Las referencias británicas, sin embargo, no desaparecieron, sino que mutaron hacia la nueva realidad. En 1990 el sonido Manchester, el shoegaze y el noisy pop copaban la escena británica y un poco de todo ello emergió en la nueva etapa de Soda Stereo que comenzaría con el monumental álbum Canción animal, publicado el 7 de agosto de 1990.
Lo mejor de este quinto disco en estudio de Soda es su definitiva inmersión en el rock guitarrero, cosa que apenas comienza el primer tema, “(En) El Séptimo Día”, queda patente. Las influencias de la para entonces novel banda Ride, se hacen evidentes.
“Un millón de años luz”, en cambio, es un poderoso tema midtempo con una gran guitarra que podría recordar a Will Sargent de Echo & The Bunnymen.
La voz de Cerati aquí luce segura incluso con varios sutiles gallitos que utiliza como recurso no muy habitual en él.
La emblemática “Canción animal”, que da nombre al álbum, refuerza esa cercanía a los Bunnymen (Cerati utilizó más la estética de Ian Mculloch que la de Robert Smith).
En ella Cerati nos suelta frases como: “Hipnotismo de un flagelo / Dulce, tan dulce / Cuero, piel y metal / Carmín y charol / Cuando el cuerpo no espera / Lo que llaman amor / Cada lágrima de hambre / El más puro néctar / Nada más dulce que el deseo en cadenas / Cuando el cuerpo no espera / Lo que llaman amor / Más se pide y se vive / Canción animal”
La sencilla “1990” es el ancla con el pasado, con su ritmo juguetón en el que destaca el bajo de Zeta Bosio, el solo de piano de Tweety González y una melodía vocal sin demasiadas pretensiones pero que cuenta con las efectivas segundas voces de Pedro Aznar y Andrea Álvarez.
“Sueles dejarme solo”, de nuevo con coros de Aznar, es uno de los temas de mayor potencia del álbum y funciona como preámbulo al súper clásico “De música ligera”, uno de los himnos generacionales más contundentes y que a millones conduce a un estado dicotómico de nostalgia y alegría.
Además, fue el tema con el cual cerraron su gira de despedida de 1997 que contiene la famosa despedida de Cerati con “Gracias totales”.
El desfile de temas inolvidables prosigue con “Hombre al agua”, cuyo swing envolvente es uno de los sellos de la etapa comenzada aquí. Cuenta con Daniel Melero en los teclados.
La guitarra de Cerati nunca había sonado tan bien como en este trabajo, una responsabilidad propia y del ingeniero Mariano López.
“Entre caníbales” ahonda en ese tempo de mediana velocidad pero con mayor presencia de la guitarra acústica, y abre paso para que llegue la emotiva e imprescindible “Te para tres”, uno de los momentos más memorables surgidos del corazón de Cerati y que alguna reminiscencia a Spinetta destila.
El fantasmal teclado de Tweety aporta la delicadeza necesaria a la guitarra acústica.
El fantástico último tema, “Cae el Sol”, nos deja con ganas de más y nos lleva a pensar que en un momento de tanta inspiración y ya con el formato CD en boga, Canción animal podría haber contenido un par de temas más.
La aparición de Daniel Melero y Tweety González en los teclados, fue determinante para el sólido sonido logrado, dejando atrás los excesos digitales de discos anteriores.
La idea de la portada de dos leones copulando salió de de Bosio y Cerati, con la dirección de arte del indispensable Alfredo Lois y fotos de Caito Lorenzo, fue tan llamativa como polémica. En varios países fue prohibida y sustituida por una más convencional foto del grupo en azul y naranja.
La “Gira Animal” se extendió entre 1990 y 1991 y fue la de mayor envergadura hasta la fecha. Con ella la banda volvió a presentarse por toda Latinoamérica, en especial en ciudades en las que nunca habían tocado.
Como colofón, en mayo de 1992, unos meses antes de publicar Dynamo, Soda Stereo visitó por primera vez España, tocando en cinco ciudades: Madrid, Oviedo, Sevilla, Valencia y Barcelona.
Fue una visita bastante tardía y a pesar de la decente acogida, Cerati, Bosio y Alberti constataron que no eran tan conocidos como en América y de hecho nunca llegarían, ni la banda ni Cerati en solitario, al estatus de superestrellas. Es en tiempos recientes cuando finalmente, ya sin Cerati entre nosotros, que cierta crítica ha reconocido el valor e importancia de Soda.
Canción animal es, sin duda, una piedra angular dentro del rock latinoamericano y probablemente el momento más equilibrado en la vida de Soda y el que obtiene mayor consenso como su mejor disco.
Juan Carlos Ballesta
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