Inicio Archivo discografico Amnesiac: las canciones bañadas de oro de Radiohead

Amnesiac: las canciones bañadas de oro de Radiohead

Radiohead Amnesiac

El 4 de junio de 2001 el quinteto inglés publicó su quinto álbum, complemento del maravilloso cuerpo de trabajo que conforma con su predecesor Kid A

Radiohead
Amnesiac

EMI. 2001. Inglaterra

La esperada aparición de aquel quinto disco -que seguía menos de un año después al aventurado Kid A (2000)- lleno de guiños al jazz y la electrónica, mantenía a Radiohead navegando en la cresta de la música pop, a contracorriente de casi todos los patrones de la industria discográfica.

En poco tiempo, tras el triunfo con Ok Computer (1997), Radiohead se había convertido en un caso atípico dentro del universo pop, y por ello fascinante. Arropado por un sostenido éxito logrado sin hacer mucho caso de lo que dictan los patrones de la industria discográfica, el quinteto de Oxford, Inglaterra, ha llevado adelante una carrera musical brillante, cargada de sorpresas, que tuvo en aquella pareja de discos con los que inició el siglo 21, el gran punto de inflexión.

Radiohead comenzó su carrera como una agrupación más de las tantas que a comienzos de los años 90 asumieron como eje se su propuesta el sonido áspero y crudo de las guitarras.




El camino de Radiohead hasta Amnesiac

Ed OBrien (guitarra, coros), Jonny Greenwood (guitarra, teclados), Colin Greenwood (bajo), Phil Selway (bateria) y Thom Yorke (voz principal, guitarra, teclados) atesoraban suficiente talento e ideas como para no desparecer antes de tiempo. Su debut, Pablo Honey (1993) apenas sugería un relativo potencial, con un sonido que recogía las influencias de My Bloody Valentine, Ride, R.E.M., Sonic Youth y Pixies, pero con un ingrediente diferenciador: la desgarradora voz y el carisma de su cantante Thom Yorke.

Una de las canciones de Pablo Honey, “Creep”, cargada de ansiedad y angustia, con una áspera y distorsionada guitarra preludiando el coro, se convirtió sorpresivamente en un éxito internacional y poco después en un verdadero himno generacional.

Muchos creyeron en ese momento que Radiohead sería un banda de un solo éxito, tal como le ocurriera antes a decenas de agrupaciones. Pero, el segundo trabajo, The Bends (1995), se encargó de demostrar que la carrera hacia el olimpo apenas estaba comenzando.

The Bends fué editado a comienzos de 1995, acompañado de magníficas críticas, ayudando a construir una base de fanáticos alrededor del mundo que ha crecido exponencialmente a partir de aquel año.

Con un sonido más maduro y una gira junto a R.E.M., The Bends capturó la atención de quienes habían desechado el primer disco. La desnudez del vídeo de la canción “Just”, y posteriormente “Fake Plastic Trees”, ayudaron a consolidar en casi todas las listas de favoritos del año a The Bends, y a conseguir disco de oro en Estados Unidos. Pero, aún su “tour-de-force”, estaba por llegar.




La devota legión de fans y una entusiasta crítica especializada encumbró rápidamente al nuevo disco, OK Computer (1997), cuya majestuosa mezcla de rock progresivo, texturas electrónicas, angustia post-punk, y dolorosas vocalizaciones, catapultó a Radiohead hacia una nueva e inesperada dimensión, entre el clasicismo del rock y el futurismo de la nueva electrónica.

El bizarro carisma de Thom Yorke, con el cual su enjuta figura y problemas de párpado caído contribuían inefablemente, condujo a la banda hasta los umbrales de la gloria. Radiohead fué catalogado por algunos críticos como el nuevo Pink Floyd, y Yorke como el nuevo Syd Barrett, afortunadamente mucho más cuerdo.

Durante los dos años subsiguientes OK Computer terminó convirtiéndose en uno de los discos más importantes de la década pasada, creando una expectación insostenible sobre el quinteto, mientras aparecía una nueva generación de bandas británicas encabezadas por Travis, Coldplay, Starsailor, Doves y Keane.

Tres años después, Radiohead, de la mano del retraído Yorke, sorprendió a todos con Kid A (2000).

Pocas agrupaciones habían apostado al riesgo y a la sorpresa con tanta naturalidad como Radiohead. Cuando tenían la fórmula del éxito en sus manos, decidieron dar un giro a su sonido editando Kid A, un retador y a la vez encantador compendio de minimalismo electrónico, guitarras mutantes y vocales estratégicamente espaciadas.

La inconfundible voz de Yorke, adorada por la mayoría, quedó relegada a un segundo plano en Kid A, pero su relevancia quedaba plasmada en los trabajos de aquel año 2000 de Björk (Selmasongs) y PJ Harvey (Stories From The City, Stories From The Sea).

Nueve meses después de la aparición de Kid A, Radiohead emergió con una nueva joya en su discografía: Amnesiac, exquisito quinto disco, un necesario relevo salido de las mismas sesiones de grabación que su antecesor, un puñado de canciones bañadas en oro que entrarán una tras otra en el acervo musical de nuestro tiempo.




Ammesiac: la consolidación del nuevo Radiohead

Si Kid A fue un acto de aventura avant-garde, Amnesiac debería ser considerado un magnífico complemento en el que los genes compartidos son representados principalmente por las pinceladas de jazz y las pulsaciones electrónicas.

Amnesiac, con el cual regresaba al protagonismo la emotiva voz de Yorke, se sentía como un disco alérgico a la hipocresía del mundo actual. Un disco telúrico, visceral, alucinógeno.

La pieza que lo abre “Packt Like Sardines in a Crushd Tin Box” es un techno-jazz con reminiscencias del krautrock de los 70, pero también de otros alemanes de los 90 como Burnt Friedmann

Pyramid Song” -inspirada por el tema “Freedom” de Charles Mingus y las ideas de Stephen Hawking y el budismo sobre lo cíclico del tiempo- es un pop-jazz eléctrico que a su vez inspira a un acuático videoclip.

Participa The Orchestra Of St. Johns bajo la conducción de John Lubbock

Mientras, “Pulk / Pull Revolving Doors”está dominada por un ritmo maquinal propio del minimal techno y la distorsionada voz de Yorke. Es la pieza más bizarra del disco y eso la hace muy atractiva.

You and Whose Army” es una balada jazzeada -en plan Billie Holiday o Beth Gibbons/Portishead– en forma de dolorosa canción protesta, y que se refiere a cuando alguien es elegido para ejercer el poder y luego traiciona a la gente (se dice que iba a dirigida a Tony Blair).

I Might Be Wrong” (nombre con el que luego titularon el disco en directo) -con vídeo de Sophie Muller- posee un ponzoñoso riff de guitarra con un ritmo quebrado en que se lucen Selway y el bajo distorsionado de Colin Greenwood.




Knives Out”, quizá el tema de estructura más convencional, es manejada magistralmente por las guitarras de Greenwood y O´Brien, aludiendo a su pasado en OK Computer.

Morning Bell / Amnesiac” es una versión distinta a la que aparece en Kid A, sobre la base de una toma olvidada que rescataron y decidieron retomar

Dollars and Cents” -de nuevo con el maravilloso aporte de The Orchestra Of St. Johns– es interpretada con la destreza de un jazz subterráneo y psicodélico lleno de reverberaciones.

La corta y muy interesante pieza instrumental “Hunting Bears”, con guitarras y sintes cercanos a un spaghetti western, precede a “Like Spinning Plates”, la cual suena justo como su título lo indica, con Yorke arrastrado por una fuerza centrífuga y diversos sonidos en reversa

La magnífica pieza que cierra el disco, “Life in a Glasshouse”, combina una feroz paranoia con una lujuriosa trompeta, donde la voz de Yorke se hermana con el quinteto del trompetista de jazz Humphrey Lyttelton -invitado para la ocasión por Jonny Greenwood-, que conformaban además Jimmy Hastings (clarinete) -asiduo colaborador de Caravan-, Pete Strange (trombón), Paul Bridge (contrabajo) y Adrian Mcintosh (batería).

El resultado fue una pieza que bien podría haber sido grabada por Robert Wyatt




El disco, tal como había pasado con Kid A, volvió a dividir a la crítica. Algunos lo consideraron más cohesionado que su predecesor, otros equivocaron el diagnóstico asegurando que volvían a su pasado. El empaque y diseño de Stanley Donwood obtuvo todo tipo de elogios y reconocimientos.

Amnesiac era el nuevo capítulo que O’Brien, Selway, Yorke y los hermanos Greenwood nos tenían preparado para seguir mostrándose, aún a su pesar, como voceros inigualables de la avasalladora realidad del nuevo siglo, la compulsiva inseguridad y melancolía que arrastran muchos de sus seguidores y de la frágil sensación de vivir, lo que 20 años después cobra especial relevancia.

Amnesiac, con una fuerza gnóstica, nos hace olvidar -o quizá redimensionar- durante una hora todas esas tribulaciones.

Juan Carlos Ballesta


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