En 1974 el trío berlinés editó su primer disco con el sello Virgin y con él estableció paradigmas en la música electrónica moderna
Tangerine Dream
Phaedra
Virgin Records. 1974. Alemania
Uno de los momentos claves en la historia de la música electrónica moderna ocurrió con la publicación del quinto disco en estudio de la agrupación berlinesa, Tangerine Dream. Phaedra fue el comienzo de la más productiva, influyente y distintiva etapa en su larguísima carrera que se extiende hasta el presente.
Tangerine Dream había nacido en 1967 al calor de la psicodelia y las largas improvisaciones o jammings. El fundador Edgar Froese había elegido un nombre que muchos asociaron a una frase de “Strawberry Fields Forever” de The Beatles, pero que según él, tenía más que ver con su afición por el surrealismo de Salvador Dalí.
Electronic Meditations (1970) reflejaba aún esa etapa, con uso de instrumentos tradicionales del rock, pero a partir de Alpha Centauri (1971) el sonido dio un giro total, adentrándose en sonoridades electrónicas de carácter cósmico y en las que el recurso de la repetición como recurso hipnótico comenzó a jugar un rol primordial.
Los dos siguientes discos con el pequeño pero muy importante sello alemán Ohr, fueron obras maestras de lo que para entonces se habían bautizado como la “kosmische musik”, el ala más arriesgada y novedosa del krautrock. Fue con el increíble Zeit (1972), un doble LP compuesto por cuatro largos temas de inspiración mántrica, que se conformó el trío clásico que produciría los siguientes siete discos que conforman la columna vertebral del sonido de Tangerine Dream y su etapa de mayor influencia.
Eran ellos Edgar Froese, Chris Franke y Peter Baumann, artífices de varias obras maestras. El último disco en el sello Ohr fue Atem (1973), tras del cual se produjo un giro en el destino.
Mucho tuvo que ver que el legendario locutor y productor de radio inglés, John Peel, lo declarara su disco del año, algo que levantó el interés del para entonces joven empresario Richard Branson, que recién había fundado el sello Virgin Records.
Branson ofreció un contrato de cinco años al grupo y unas ventajosas condiciones de grabación, con la tecnología de punta de la época, algo imposible de rechazar.
En noviembre de 1973 comenzaron las sesiones de grabaciones en los estudios The Manor, inaugurando una etapa con Virgin que se extendió por 10 años, arrojando discos fabulosos como Rubycon (1975), Ricochet (1975) –primer álbum en directo-, Stratosfear (1976), Encore (1977) –que recoge la exitosa gira norteamericana-, y su primera banda sonora Sorcerer (1977).
Los que siguieron al retiro de Baumman y el ingreso de Johannes Schmoelling, fueron Cyclone (1978), Force Majeure (1979), Tangram (1980), Exit (1981), Thief (1981), White Eagle (1982), Logos (1983) e Hyperborea (1984).
Sin duda, un cuerpo de trabajo indispensable en la historia de la música electrónica. Luego de romper con Virgin, la historia sería muy distinta.
Phaedra: piedra angular de la electrónica
No cabe duda que uno de los discos más sorprendentes de Tangerine Dream y de la música electrónica es Phaedra. Su concepción no estuvo exenta de problemas técnicos, dados principalmente por lo inestable de los novedosos sintetizadores y el uso por primera vez de secuenciadores, un elemento que otorgaría el sonido distintivo a partir de ese momento y caracterizaría a la Escuela de Berlín.
El disco alcanzaría el puesto 15 en las listas británicas y permanecería en ella durante 15 semanas, algo inaudito para un álbum de sus características, más aún sin siquiera sonar en radio. Phaedra ganó disco de oro en siete países.
Branson adquirió un gigantesco Modular Moog, como el que usaba Keith Emerson, y para el momento en que Froese, Franke y Baumann llegaron, ya se encontraba a su disposición en el estudio. Cada día pasaban horas poniéndolo a tono, dada la facilidad que tenía para desafinarse por calentamiento de los osciladores. No existían aun los bancos de memoria y por tanto no se podía programar.
Durante los primeros 11 días apenas habían grabado seis minutos de música. Los grabadores se dañaron, los audífonos sufrieron con las bajas frecuencias y la consola fallaba. Algo frustrados con el proceso, se tomaron un descanso.
Pero Froese, insistente, mientras Peter y Chris descansaban, grabó en una sola toma, con la ayuda de su esposa Monique a quien puso a mover algunas perillas, y él al mando de dos Mellotron, lo que sería “Mysterious Semblance at the Strand of Nightmares”.
El tema que se oye en el disco es exactamente esa grabación, diez minutos de auténtico viaje cósmico que abría el lado B.
La larga pieza de 17’40’’ que da nombre al álbum y ocupa el lado A, fue producto de una improvisación en el estudio, algo que Tangerine Dream acostumbraba en sus procesos creativos y en directo, de lo cual salían piezas únicas, irrepetibles por la naturaleza analógica de las herramientas electrónicas.
El desarrollo del tema es envolvente y enigmático, y utiliza el recurso de la repetición como elemento de hipnosis. Al final, por el calentamiento de los osciladores, se producen algunas variaciones no esperadas pero que fueron dejadas en la toma final.
El uso del Moog manejado por Franke fue decisivo en el resultado, un sonido futurista y avanzado.
Los otros dos temas son igualmente seductores. “Movement of a Visionary” está entre los más emblemáticos de Tangerine Dream, con cierta influencia de Pink Floyd en la era Ummagumma (1969), también con el Moog haciendo las veces de un bajo y el secuenciador en todo su sorprendente esplendor. La corta “Secuent C” es magnífica, con una flauta tocada por Baumann que le otorga un carácter orgánico lleno de misterio.
No hay manera de ser seguidor de la música electrónica sin conocer la obra de Tangerine Dream en los años 70, y entre toda ella, Phaedra representa un momento único en la historia. Es un vuelo sin retorno aún en desarrollo.
Juan Carlos Ballesta