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Stratosfear: la hipnótica sofisticación de Tangerine Dream

Tangerine Dream Stratosfear

En octubre de 1976 el emblemático proyecto berlinés publicó su celebrado octavo álbum, con un sonido más estilizado que en discos previos

Tangerine Dream
Stratosfear

Virgin. 1976. Alemania

El octavo álbum en estudio del proyecto berlinés, uno de sus más inmortales trabajos, significó el cierre de una etapa única y de alto impacto con la formación considerada clásica: Edgar Froese, Chris Franke y Peter Baumann.

Aunque ese trío aún ofrecería el soundtrack Sorcerer (remake dirigido por William Friedkin) y el esencial doble álbum Encore (1977) registrado durante la histórica gira por Estados Unidos, ya la salida de Baumann era un hecho, quien en 1976 había hecho su primer intento solista, Romance 76, uno de los grandes de la música electrónica de los años 70.

Stratosfear presentó ciertas variaciones respecto a los discos inmediatamente anteriores, Phaedra (1974) y Rubycon (1975), gracias a la introducción de la guitarra acústica y un tratamiento más melódico de las distintivas ambientaciones cósmicas.

La cristalina grabación fue responsabilidad de Otto Bergler en los Audio Studios de Berlín

Una instrumentación basada principalmente en las sonoridades de los famosos sintetizador analógico y monofónico Moog y Mellotron (teclado con cintas electromagnéticas con sonidos pregrabados, generalmente de flautas, cuerdas y voces), guitarras ejecutadas por Froese, secuenciador a cargo de Franke, y el novedoso computador rítmico Projekt Elektronik, los tres músicos le dieron vida a cuatro excepcionales composiciones, repartidas a partes iguales en cada lado del LP, atrapando totalmente durante 35 minutos que se hacen cortos.

Con foto de la esposa de Edgar Froese, la fotógrafa Monique Froese, la portada fue diseñada por la compañía de Brian Cooke y Trevor Key (Cooke Key), que se convirtió en la agencia diseñadora de Virgin Records, lo cual incluyó el famoso logo




El álbum comienza con el tema título, “Stratosfear”, diez minutos de auténtico viaje cósmico. Aunque es la guitarra la que introduce la pieza, de inmediato emerge el distintivo sonido del secuenciador, un recurso que Tangerine Dream utilizó de manera brillante a partir de Phaedra como elemento hipnótico y mántrico basado en la repetición.

Sobre ese loop rítmico, las capas de sintetizadores van creando un entramado sonoro en el que Froese, Franke y Baumann intercalan sus intervenciones, logrando un equilibrio maravilloso con algunos solos. Hacia el tramo final, la percusión electrónica se suma a la secuencia, sirviendo de preámbulo al mini solo de guitarra eléctrica de Froese, desembocando en un cierre con sosegada ambientación

Una obra maestra

La segunda pieza del lado A, The Big Sleep in Search of Hades, establece algunas diferencias con el sonido clásico de Tangerine Dream principalmente en la introducción y el outro, por la utilización de la guitarra acústica y el prístino sonido del Mellotron emulando una flauta.

Probablemente este tema esté enlazado con los trabajos en solitario que Edgar Froese había publicado en paralelo al grupo, muy en especial Epsilon in Malaysian Pale (1975).




El lado B lo inicia “3 AM at the Border of the Marsh from Okefenokee”, una composición que inicia con sigilo dominada por cósmicos sonidos de sintetizadores y el “mouth organ” (una especie de híbrido entre armónica y melódica), hasta que de manera dramática hace su irrupción el mellotron.

Se desarrolla entonces, a partir del tercer minuto, una gentil melodía de mellotron sobre un delicado secuenciador, a lo que se va uniendo un segundo secuenciador.

La pieza en su conjunto es evocadora y nos permite viajar a parajes desconocidos de manera placentera.

Tangerine Dream nos deja a las 3 de la madrugada en la frontera del pantano de Okefenokee y cuando despertamos estamos ya en el siguiente viaje interestelar

Con “Invisible Limits”, se completa la inigualable travesía.

La pieza comienza con un sutil secuenciador al que se van uniendo capas de sintetizadores, hasta que en el tercer minuto se produce un quiebre en el que hace su entrada la magnífica guitarra de Froese que nos conduce por los siguientes minutos sobre un tempo más acelerado.

Montados sobre una alfombra voladora, los tres maestros de la música cósmica, nos llevan a dimensiones más allá de los límites de nuestra conciencia.

El piano y el mellotron construyen un final melancólico, inédito hasta ese momento en la discografía de Tangerine Dream.

En 1976 la música electrónica moderna estaba construyéndose y fueron los alemanes los que sentaron las bases. En específico Tangerine Dream, como abanderada de la Escuela de Berlín, había dado forma a una discografía revolucionaria que, en apenas seis años, pasó del espíritu jam-rock de Electronic Meditations (1970) a la sofisticación de Stratosfear (1976), pasando por la gama de discos inmortales que conforman Alpha Centauri (1971), Zeit (1972), Atem (1973), Phaedra (1974), Rubycon (1975) y el primer álbum en vivo Ricochet (1975).

Juan Carlos Ballesta


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