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Radio-Activity: el disco de Kraftwerk que inició la era synth pop

Kraftwerk Radio-Activity

En octubre de 1975 el grupo alemán publicó su sorprendente quinto álbum, con el cual le dieron un definitivo vuelvo a su sonido y estética

Kraftwerk
Radio-Activity

Kling Klang / EMI / Capitol. 1975. Alemania

El cambio en el sonido y el concepto en Kraftwerk había comenzado a ocurrir con Autobahn (1974), el disco en el cual incluyeron la voz por primera vez como vínculo con el mundo pop, además de temáticas directamente relacionadas con el entorno de la vida moderna.

Fue con Radio-Activity (Radio-Aktivität en la versión original alemana), ya con la inclusión definitiva de Wolfgang Flür y Karl Bartos al núcleo fundador de Florian Schneider y Ralf Hütter, cuando Kraftwerk inició su etapa de mayor influencia, convertida en un proyecto netamente electrónico, sin presencia alguna de flauta, batería o guitarra.

Radio-Activity, junto a los siguientes tres discos, Trans Europe Express (1977), The Man Machine (1978) y Computer World (1981), conforma el núcleo central de la discografía con la cual el grupo de Düsseldorf le cambió la cara a la música electrónica, creando el synth pop que ha servido de inspiración para miríadas de jóvenes músicos, comenzando por la más cercana generación de británicos que en medio de la vorágine punk decidió minimizar el protagonismo de guitarras, bajos y baterías para otorgárselos a cajas rítmicas y sintetizadores.

Para el momento en que vio la luz Radio-Activity, el mundo de la música popular anglosajona vivía una transición. Atrás quedaba el glam rock, el rock progresivo aún en boga comenzaba lentamente a ceder espacio, el hard rock reinaba, mientras que el fenómeno del disco music emergía con fuerza y el punk se preparaba para explotar.

El año 1975 produjo momentos importantes, como David Bowie abrazando el funk y el soul en Young Americans, los miembros de Yes intentándolo en solitario, Roxy Music cerrando su gran primera etapa con Siren, Peter Gabriel abandonando Genesis, The Roling Stones comenzando una nueva era con Ron Wood, Pink Floyd editando el clímax del space rock (Wish You Were Here), mientras que la escena alemana nos regalaba imprescindibles joyas de la música electrónica como Rubycon y Ricochet de Tangerine Dream o Timewind de Klaus Schulze.

En medio de aquella efervescencia, Radio-Activity fue sin duda una gran sorpresa que no tenía relación alguna con lo que ocurría alrededor. Y ese precisamente fue el gran mérito de Kraftwerk, la creación de un nuevo universo, la confección de un lenguaje musical hasta ese momento solo atisbado en Autobahn.

Producido por Hutter y Schneider en los famosos estudios Kling Klang (dejando atrás su etapa con el influyente Conny Plank), el grupo aborda dos temas ligados con la ciencia y la sociedad: las comunicaciones y la manipulación de masas con la radio como protagonista, y la radioactividad como elemento de peligro (como se constaría en la década siguiente en Chernobyl).

El título del disco juega inteligentemente con ambas temáticas, desarrolladas por el amigo y asiduo colaborador Emil Schult, quien se encargó de escribir los textos y del diseño de arte original inspirado en el modelo de radio Deutscher Kleinempfänger desarrollado a finales de los años 30 por el ingeniero Otto Griessing a petición del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels.

Las recientes reediciones han optado por una portada de intenso amarillo con el conocido símbolo de la radiactividad en rojo, que en la original ocupaba una esquina a modo de pegatina o calcomanía.

El disco abre con el inquietante primer minuto de “Geiger Counter” (Geigerzähler) un pulso se acelera hasta fusionarse con el fabuloso tema que da título al disco, “Radioactivity” (Radioaktivität).

La grabación original presenta una insistente línea de bajo realizada con un mini moog, mientras los acordes son interpretados con la para entonces novedosa herramienta Vako Orchestron, la versión profesional del Optigon de Mattel y con la cual su creador David Van Koevering (ex técnico de Moog), intentó una alternativa al famoso Mellotron. No se fabricaron más de 100, y ni siquiera por los discos de Kraftwerk, pudo tener éxito comercial.

Las señales de código Morse que deletrean “radiactividad” son parte esencial del tema, con la frase: “está en el aire para ti y para mí”.

Radioland” es una especie de “nostálgica balada electrónica”, salpicada de sonidos sintetizados sobre una austera caja rítmica y un colchón de Orchestron. La voz limpia de Hütter se combina con la de Schneider procesada por un vocoder.

Sin duda, una obra maestra del minimalismo sonoro, que entrecruza su final con el comienzo de “Airwaves” (Ätherwellen), que inicia con un tirabuzón de sintetizador que sirve de antesala a la voz y el pegadizo ritmo que se extiende a lo largo de cuatro minutos y cuarenta segundos.

Termina el lado A con dos cortos temas, a manera de interludios: “Intermission” (Sendepause) y “News” (Nachrichten)

El comienzo del lado B nos recibe con la robótica “The Voice of Energy” (Die Stimme der Energie), con el efecto vocoder a tope. Es el preámbulo para “Antenna” (Antenne), uno de los temas más conocidos del disco y en el cual la presencia del micro Moog es notable.

Un intenso loop de sintetizador domina “Radio Stars”(Radio Sterne) de principio a fin, mientras se oyen las voces, una un tanto oscura y la otra con Vocoder. Se une con “Uranium” (Uran), minuto y medio de inquietud

En “Transistor” se conjugan los sintetizadores con el piano Farfisa, en una especie de danza que revela una cierta cercanía a Walter (Wendy) Carlos.

El final del disco es la maravillosa “Ohm Sweet Home”, un imaginativo título de doble sentido que repite incesantemente la voz con Vocoder. La pieza descubre un lado poco conocido en Kraftwerk, gracias a una melodía de espíritu melancólico que se desarrolla sobre un ritmo in crescendo.

Radio-Activity es un disco atemporal. Se escucha una y otra vez y envuelve como la primera vez. Sus prístinos sonidos analógicos están más vigentes que nunca.

Juan Carlos Ballesta



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